«Cacho» Pallero, el surubí
«Cacho» Pallero, el surubí

«Cacho» Pallero, el surubí

A veces las cosas se alinean en un camino casi perfecto y desde lo artístico y lo conceptual construyen una entidad con un peso específico propio. Es el caso del documental que reseña la vida del productor y militante de la cultura, Edgardo Cacho Pallero, dirigido por su compañera Dolly Pussi (guionista y directora).El mismo contó con el apoyo de la Universidad Nacional de San Martín y hace un recorrido histórico por la vida del productor ya fallecido. Transmite su pasión por un ideal, su empatía con determinadas causas y el compromiso expreso de exponer la heridas del continente en una radiografía que no solo sea un espejo de lo que allí pasa, sino un mapa por donde descubrir a los artistas que la exponen.

El Nuevo Cine Latinoamericano fue un movimiento fuertemente imbuido por la realidad social de los sesenta, de neto corte autoral que se propuso como un cine militante y tenía la utopía de cambiar la realidad social.

Cacho Pallero,el surubí es tan didáctico como una clase de sociología. Comienza con las etapas del protagonista intentando encontrar una vocación que lo motive. Finalmente será en la ciudad de Santa Fe donde comenzará su experiencia político artística. La construcción de una escuela de cine es el primer eslabón, le siguen trabajos que retratan la realidad que los rodea con una sensibilidad que es convicción política y compromiso. 

La figura de Cacho se va dibujando en las palabras de su compañera y demás directores que lo conocieron. Trabajo, dedicación, capacidad de integración, son sus características. Estas son las que la dictadura de Onganía desprecia y debe viajar a Brasil. Allí se reinventa y sueña con la construcción de un grupo de cineastas latinoamericanos en un comité permanente. Pero el destino lo enfrenta a una nueva dictadura y todo vuelve a empezar. Le siguen congresos, festivales y un trabajo de producción incesante, viajes a cuba y la construcción de la escuela internacional de cine y tv con apoyo del gobierno de Fidel Castro. 

Todo en un relato que va conmoviendo cada vez más, uno siente cada cuadro como una postal nostálgica de algo que se trunco. Las fotos de aquellos jóvenes reunidos una y otra vez, sus trabajos artísticos reconocidos en festivales y encuentros, una impronta casi quirúrgica de la realidad motorizada por la empatía social están encadenados en un guion casi perfecto.Se suceden relatos a cámara, como el de Pino Solanas o la hermosa exposición de Fernando Birri, o el conmovedor relato de la propia Dolly Pussi, visten al film de pasión y ternura. 

 

A lo largo de los años setenta, centenas de críticos, directores y colectivos cinematográficos de todo el mundo abrazaron los postulados revolucionarios. Buena parte de su producción era un cine latinoamericano de descolonización cultural en un intento por crear proyectos federativos y mancomunados. 

 

Todo comienza con la producción de Tiré Dié y Los Inundados, del argentino Fernando Birri, en su icónica Escuela de Cine de Santa Fe; con el cinema novo brasileño inaugurado por Glauber Rocha, en Brasil; o en los primeros encuentros del Festival de Cine de Pesaro en la década del 60. Pero todos coinciden en que el momento clave fue el Encuentro de Cineastas Latinoamericanos de Viña del Mar, Chile, en 1967, que tuvo entre sus mayores impulsores al chileno Aldo Francia,al propio Edgardo Cacho Pallero y al cubano Alfredo Guevara.

En definitiva un film documentado con imágenes de todos los momentos históricos por los que paso el protagonista y sus compañeros.La caída de Perón, la oposición a Alfonsín por la sociedad rural, y sobre todo esa constante de construcción político artística hacen que la historia sea detallista y con un excelente trabajo de fotografía (la mayoría del material es en blanco y negro). El producto adquiere la dimensión de lo que es el arte puesto en función de un conjunto de causas que se comparten con la intensidad con la que se vivía esos tiempos en todo el continente. 

 

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