Apurimac, El último puente
Apurimac, El último puente

Apurimac, El último puente

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Apurímac es un departamento de la República del Perú situado en el sur del país, en la región andina. Limita por el noreste con Cusco, por el sur con Arequipa y por el oeste con Ayacucho. Con 20 896 km², es el quinto departamento menos extenso, por delante de Tacna, Moquegua, Lambayeque y Tumbes.El nombre Apurímac, etimológicamente, proviene del vocablo quechua Apu=Dios, Rimac=hablador; que significa «El Dios que habla».

El documental describe a cuatro comunidades quechuas que viven a casi cuatro mil metros de altura, en el distrito de Quehue, departamento del Cuzco, Perú y que todos los años destruyen el Q’eswachaka, el “puente de cuerda” suspendido sobre un desfiladero, a unos diez metros de la superficie del Río Apurimac, y seguidamente lo reconstruyen siguiendo una tradición de más de quinientos años de antigüedad.

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En medio de la cordillera peruana a 3700 m de altura, cuatro comunidades con varios siglos de historia se unen por un ritual ancestral y nos llevan a conocer la renovación del puente Q’eswachaca. 

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TÍTULO ORIGINAL: Apurimac. El Dios que habla
GÉNERO: Documental.
DIRECCIÓN: Miguel Mato.
ORIGEN: Argentina.
DISTRIBUIDORA: Primer Plano
ESTRENO: 21 de Noviembre de 2019
81 Minutos

Director

Miguel Mato

“En el primer viaje exploratorio me contacté con las cuatro comunidades del lugar. Y, a partir de ahí, empezó a surgir la idea de darle forma de relato. La mayoría son quechua parlantes. Me acompañó un quechua hablante y, a partir de eso, conocí a los cuatro presidentes de las cuatro comunidades. Tienen presidentes propios que se renuevan una vez por año, con lo cual trabé relación con ellos, les conté lo que quería hacer y cómo lo quería hacer. Yo no quería filmar el puente sino que el puente fuera una excusa. Les costaba un poco entenderlo. Ellos están acostumbrados a que aparezcan de algún noticiero japonés, alemán o sueco el día que van a hacer el puente, lo filman y se van. Les costaba entender que yo quería estar treinta días con las comunidades, transitar con ellos e ir viendo los procesos. El puente era la frutilla del postre”

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La película desde mi butaca

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Apurimac como documental redefine el concepto de riqueza. En las alturas del Perú y rodeado de una naturaleza que no se priva de imponer su presencia, sus habitantes enriquecen sus vidas acoplándose a esa tierra y motorizando una identidad estimulada en cada ceremonia y en cada jornada laboral que se comparte. El documental comienza casi como una película de Kubrick, un recorrido aéreo sobrevuela los lugares con un sonido suave, pero profundo, que nos obliga al silencio. El recorrido empequeñece lo que se mueve, sean personas o animales, y los registra como partes indisolubles del lugar. La cámara captura, con una fotografía magnífica, cada recorte que elige. La edición le da una velocidad que nos sitúa en ese paneo general, como si lo estuviéramos dirigiendo. La escenas estan construidas desde una composición artística. El relato será visual y no habrá voz en off que nos guíe. Miguel documenta con minuciosidad a los que allí habitan. Sus rostros sonríen lo suficiente y no demasiado. Casi como una sorpresa, la lente registra un comercio en el pueblo y así podemos ver sus calles y sus casas. El contrapunto es intencional y no defrauda. Desde la naturaleza a la cotidianeidad de la vida comunal, exponen un contexto que suma al desarrollo. La película siempre avanza, jamás queda estática. Los colores muestran sus matices y los distintos momentos del día son el escenario adecuado para un collage de luz y talento fotográfico.

El rompecabezas se va armando con un ojo cinematográfico detrás de la cámara. La pelicula se aleja y se acerca. Por momentos es detallista y por otros paisajista. Lo que jamás pierde es su norte artístico. Como todo obra integral requiere de la suma de sus partes para construir su totalidad. Apurimac logra ser un tutorial del cine social, anclado visualmente y desde todas sus posibilidades, en el lugar que lo contiene.           

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Las comunidades se preparan para una ceremonia que los representa y constituye. Las tareas son todas hechas con una sola herramienta: sus manos. Estas estan curtidas, como sus rostros, por el frío y el aire. Las montañas cobijan a sus mujeres cuando enlazan los pastos secos que sus hombres cortaron. Esto será, luego de un proceso largo,una cuerda tan fuerte como los espíritus a los que que sus chamanes rinden cuentas. Los alimentos se recogen a mano, son sus cultivos que acomodan en mantas y cargan luego en sus espaldas. La tierra, como eje central de su economía, está en cada espacio de película.

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Los pueblos estan conectados por puentes que ellos mismos construyeron, el último de ellos, debe ser reconstruidos y esa tarea será colectiva o no será nada. Una fiesta popular es el momento del encuentro, donde las respectivas soledades de cada familia se acercan al lugar y allí se reconocen como parte de algo que los integra. Las mejores ropas y sus niños incorporando su cultura, son una parte importante del evento. Cuatro son las comunidades que se agrupan, la necesidad del trabajo en común tiene sus ordenadores que dirigen. Apurímac es un abanico visual que se despliega como una verdadera obra de arte cinematográfica.

El concepto de una historia que propone ser vista, esta didácticamente construida. Las secuencias retratadas dialogan muchos más que las palabras. Es tan aguda como simple y produce tanto placer como asombro.

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La película tiene vida propia. Miguel, siempre elige la distancia y el silencio, casi no hay voces y las que se pronuncian son en quechua, no son necesarias, ningún relato acompaña, nada nos distrae. Su música especialmente compuesta contiene el sonido del viento entre las rocas y la armonía como un concepto sugerido. Es rica en matices, se  acentúa y distiende a medida que la película lo requiere. La tierra está presente en cada fotograma. Las imágenes son postales de una vida dura, pero rica en contenidos. Esa es la magia que la cámara rescata. Un lugar donde la riqueza está en lo simple. Apurimac hace foco en la gente, registra sus arrugas y sus ropas, las conductas y actitudes, los silencios prolongados y el bullicio de los momentos en que los lugareños se encuentran. Su director sostiene los tonos adecuados para un documental que registra casi si participar, absolutamente todo lo que lo rodea.

Su música fue trabajada durante una año por Daniel Bargach Mitre, un artesano sonoro, argentino, venezolano y boliviano, que hace gala de su capacidad, creando sonidos específicamente para el film. Se destaca muy sensiblemente un gong tibetano que como un mantra nos invade y nos conduce por esta viaje visual titulado: Apurimac.

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El puente

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Las comunidades se relacionan a través de pasos entre las montañas que los propios habitantes construyeron, Estos, en varios casos, fueron puentes hechos con cuerdas que ellos idearon.Trenzadas una y otra vez, se convierten en algo tan duro y firme como los brazos que las retuercen. La reconstrucción del último de estos, será una declaración de principios, por la cantidad de pasos y tareas manuales que exige. La minuciosa y hermosa exposición del trabajo compartido es puro cine. Su génesis es central para que rescatar el significado que su director busca exponer. Desde las mujeres comenzando por cuerdas más finas, hasta los hombres de uno y otro lado del puente, realizan una tarea que a primera vista es casi imposible de imaginar terminada. El puente es la excusa y la causa. Allí estan las huellas del trabajo colectivo, la cámara registra las manos y los rostros de estos trabajadores de la tierra que tienen tantas marcas y colores, como las mismas montañas que habitan. 

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Los chamanes a un costado se ocuparan que los miedos no los perjudiquen, son el apoyo que sus manos necesitan. La escena se va desarrollando en tiempo casi real. Es un desafío que corporiza la habilidad del saber comunitario. El puente será restaurado y será tan hermoso como el paisaje que lo contiene. La riqueza del lugar está acompañada por sonidos que inducen a mirar hipnóticamente, Si fuera un relato escrito, la música sería la puntuación ortográfica de este cuento que todavía vive en los valles montañosos del Perú.

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Pablo Kulcar
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