Scorsese vuelve sobre Dylan para contar la locura de la «Rolling ThunderRevue», gira musical realizada entre 1975/76. El documental está a la vista en la cadena Neflix.
Dylan la pensó aquella experiencia como expresión de la contracultura resistente a los postulados sociopolíticos de la época.
No es solo sobre música, su versión original cuenta con escenas teatralizadas que responden a momentos creativos, a veces abstractos o psicodélicos, que los propios músicos interpretaron. Bob Dylan y Joan Baez improvisan secuencias que intentan tener algún sentido reconocible. El icónico músico de la llamada canción de protesta en los EE.UU, compara la gira con las de los grupos itinerantes que recorrían los pueblos llevando una mezcla de música, teatro y circo.
El director logra que la cámara nos represente, sus lentes serán nuestros ojos y como si fuéramos simplemente personas allegadas a los músicos y retrata todo lo que ve. Estos, especialmente Dylan, hacen caso omiso a cualquier cosa que se asemeje a un guion o pauta establecida. Esta es la riqueza del film. A veces son viejos cortes de cintas súper 8, con hippies adultos en un viaje lleno de desparpajo y placer. La troupe se prepara en camarines, interactúan con el público e improvisan temas entre ellos. Imágenes de los lugares en los que tocan dibujan identidades comunes. Rostros y miradas, antes y después de los conciertos, se ven siempre distendidas. Solo es gente de pueblo que se acerca a ver de que se trata todo ese ruido.
Dylan hizo un espectáculo casi para lugareños, pueblos chicos y salas pequeñas, recorriendo ciudades de la costa Este de los Estados Unidos y de Canadá. El, es la figura central, participan otros músicos como Joan Baez, Joni Mitchell, Roger McGuinn (líder de TheByrds), el cantautor folk Ramblin´ Jack Elliot y guitarristas como MickRonson y T-Bone
Bob Dylan venía de realizar una gira en 1974, pensada y estructurada para grandes estadios con el grupo “The Band”, como banda soporte, luego de su ostracismo personal y posterior a su accidente en moto en 1966.
Este nuevo espectáculo colectivo era su respuesta al gigantismo de las puestas en escena (marquetineras) de un rock en el apogeo de nuevos sonidos. Dieron conciertos casi artesanales, como algún tipo de ceremonia o comunión de espíritus rebeldes. Una generación, harta de preconceptos y mandatos patrióticos, espera nuevas consignas de estas guitarras de Rock and Roll. Sólo podían subir a tocar 15 personas, mientras otras 15 esperaban tras bambalinas, haciendo tanto ruido como los que estaban actuando.
El show tenía calidad artística y sobre todo sentido de pertenencia, los mismos sueños los mismos vicios. Todos comían, bebían y consumían lo mismo y en exceso. Se relacionaban con pocos lugareños y solo ocasionalmente. Para estos eran desconocidos, solo nombres alguna vez leídos en alguna revista o periódico. Fotografías animadas de aquello que pasaba en ciudades como San Francisco o la misma New York .Terminaban la jornada entrando en los corazones de miles de jóvenes, quizás apáticos, que se animaron a pensar diferente.
Su nombre no aparecía en los afiches, ni en las entradas. Estas costaban poco y la mejor manera de anunciarse era repartir volantes en la vía publica. Dylan subía a escena con el rostro maquillado. En una oportunidad, Joan Báez cantó disfrazada como el propio Dylan, en una mimetización que podría interpretarse como un reclamo de atención por parte de su compañero.
Bob llegó a salir a escena con una máscara, “alguien con una máscara no te va a mentir, no lo necesita» fue su explicación
La idea era hacer un film que incorporara escenas sin un guion fijo, solo a sugerencia y estimulo de lo que allí pasaba. La gira era una seguidilla de lugares del Noreste del país, recorridos en colectivos de líneas de bajo presupuesto. Alquilaban las salas bajo seudónimos. Muchas veces elegían los campus universitarios locales. Hay escenas con Dylan y Baez reunidos con personalidades del lugar al que llegaban. Estos son representantes sociales de la comunidad, no hay políticos, ni poder. La película es tan hippie como su actores. El glamour es el de los colores que destila el arte y la música.
Larry «Ratso» Sloman, periodista que cubría la gira para la profesional Rolling Stone, contó que los editores le exigían relatos sobre todas las extravagancias de la troupe. Sin embargo, mimetizado con el grupo y esa mística colectiva, escribió imbuido por ese aire romántico y utópico del viaje, un relato sobre líderes en un apocalipsis que se construía y destruía cada noche.
El autobús para cierta tomas lo manejaba el propio Dylan, y para otras el poeta Allen Ginsberg, quien comenzaba los conciertos leyendo sus poesías. Eran tan auténticamente surrealistas que un público tan conservador de esos pueblos, simplemente no las entendían. Al tiempo se lo fue marginando. Para poesía ya estaba la de Dylan, y a esta todos la comprendían perfectamente.
Al escritor y actor Sam Shepard, representante de un estilo de literatura intimista, que describe a personajes marginales, descendientes de aborígenes o nuevos ciudadanos con mitad mejicana, se le encomendó escribir el guion de la aventura. Jamás lo terminó, pero describió, con pinceladas de su talento, el alma anárquica de la gira en su libro Rolling Thunder Logbook, publicado originalmente en 1977. A pesar que llueven desencuentros, violencias, enojos y desconsuelos, la lírica del escritor americano le infunde a la historia ternura y asombro. Un constante equilibrio entre la melancolía del perdedor y la esperanza del soñador
En el prólogo de libro, el músico Bone Burnett escribió:
"Nos divertíamos más de lo que permite la ley. Mucho más. Había escritores con talento por todas partes. Era un autobús repleto de músicos, cantantes y pintores, lanzado a toda marcha a altas horas de la noche, alimentados con porros de Colombia y otras cosas. Haciendo una película, escribiendo canciones y tocando, algunas noches encontrábamos la combinación justa, eran piezas del rock and roll incendiario, intenso e inspirador. Tocábamos sobre todo las canciones de los dos grandes álbumes de Dylan, quien estaba casi constantemente en un estado alterado".
La nueva película lleva un apartado al título que dice: «una historia de Bob Dylan por Martin Scorsese». No es un mero documental de una estrella de rock de protesta norteamericano, es más bien una crónica cinematográfica sobre un particular momento en la vida de una figura imperecedera. Scorsese exhibe su arte como director. Como un ojo omnisciente merodea con la sola intención de ver de qué se trata todo eso. En los reportajes que realiza en tiempo real, sencillamente se conecta con el personaje
El ostracismo de Dylan y su humor cambiante construyen una leyenda de músico- poeta que es refrendado en las imágenes. El director expone miserias y talentos, de todos y cada uno.
Martin Scorsese
Sus letras, consideradas una lírica merecedora del premio Novel a la literatura y que finalmente le fue otorgado, para muchos es lo mejor de la poesía contemporánea norteamericana. Scorsese logra aproximarse a ese mundo con maestría y oficio. En las entrevistas posteriores, los sobrevivientes recuerdan la experiencia como un rompecabezas nunca terminado. Bob Dylan intenta definirla:.
“Nada no hay nada más que lo que fue, pero de manera diferente, lo único que quedó fueron cenizas” (...),”estoy tratando de llegar al núcleo de lo que se trata esta Rolling Thunder ¡Y no tengo ni idea, porque se trata de nada! Es solo algo que sucedió hace 40 años, Sucedió hace tanto tiempo que ni siquiera había nacido"
Durante dos horas y pico de duración se suceden varias vibrantes interpretaciones en vivo en donde a Dylan se lo ve teatral y contundente como pocas veces. Brilla una jovencísima Patti Smith, en una de sus primeras performances poético-rockeras en un bar de Nueva York. Dylan y Ginsberg visitando la tumba de Jack Kerouac en Lowell, Massachusetts. o Joni Mitchell pasándole los acordes de «Coyote» a Dylan y Roger Mc Guinn.
El encuentro en la cárcel con el boxeador Rubin Carter es la historia que se plasmó en la canción «Hurricane”, sin duda uno de los puntos más políticos de la gira. El boxeador negro injustamente acusado de homicidio está preso, y allí es a donde Dylan lo visita, para luego escribir su historia y cantársela al público norteamericano.
El film es una retrospectiva de lo que fue una década en excesos e intensidad y de cara a una sociedad, a veces asustada y otras exultante. Fueron una brisa que recorrió las casas de jóvenes adolescentes y no tanto. Muchachos conservadoramente estáticos, frente a un reguero de pólvora esparcida al ritmo de rock, esperando el fogonazo que encienda la mecha.
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