La cinta escrita y dirigida por Maite Alberdi, “El Agente Topo”, hizo su presentación en el festival Sundance 2020 y de allí, un extenso recorrido por festivales, donde cosecho varios premios.
La película fue nominada al Óscar al mejor largometraje documental.
Este es un film que como una moneda presenta dos caras. En una es un documental que registra la vida de ancianos en un geriátrico, y en la otra la recreación de una historia artísticamente desarrollada. Las dos hacen aportes sustanciales a la obra.
Rómulo Aitken es un detective que tiene una empresa de investigaciones privadas. Allí una clienta le encarga investigar la casa de reposo donde vive su madre, ya que tiene sospechas que es maltratada. Rómulo decide entrenar a Sergio Chamy de 83 años y que jamás ha trabajado como detective, para vivir tres meses como agente encubierto en el hogar. Su trabajo es ser un Topo, y aunque no esta ni familiarizado con lo que ello implica, piensa que aceptar el trabajo le devolverá la posibilidad de volver a sentirse «útil». Desde la muerte de su esposa (hace 4 meses) no hace otra cosa que extrañarla. Esta es la breve y concisa explicación que le da a su hija para justificar su aceptación a semejante desafío.
Ya infiltrado, le cuesta asumir su rol de topo y se transforma en un anciano más al interior de la casa. Despliega una personalidad respetuosa, gentil y sumamente humana. Intenta perseguir su objetivo, y en esa tarea sus relaciones personales van tomando diferentes caras. Una de las internas se enamora de él, otra comete pequeños hurtos y que Sergio descubre. Otra con problemas de soledad y memoria lo conmueve profundamente y establece con nuestro protagonista un vínculo casi romántico.
Esta allí para comprobar el trato por parte del personal que recibe el objetivo, al que Rómulo (su jefe) denominó «El Blanco». Pero esta es bastante osca, difícil de conectar y con un estado de vulnerabilidad muy alto. Aunque no logra establecer una relación directa con ella, si puede constatar que es atendida como corresponde.
Se cuestiona por qué la clienta de Romúlo investiga a su propia madre y nunca viene a verla. Concluye que no hubo abusos en el hogar y que muchos residentes viven en una profunda soledad, desatendidos y en muchos casos abandonados por sus familias.
A partir de allí los dos mundos se superponen y alimentan. La ternura es una premisa que oscila entre escenas a veces divertidas y otras de cierta crueldad. Los personajes son los verdaderos residentes del hogar San Francisco (El Monte, Región Metropolitana de Santiago), y la película se adaptó a ellos, más que ellos al proyecto.
La película incorporó la muerte de Petita, una de la internas que recitaba poemas y que ocurrió durante el rodaje. El aprendizaje del manejo de WhatsApp por parte del agente encubierto es uno de los momentos reales que despierta mayor complicidad en los espectadores, quienes reconocen en este a algún familiar o conocido que vivió la misma dificultad tecnológica .
En cuanto a los residentes, el espectador se pregunta a menudo que actitudes son espontáneas y que se les exigió a efectos del guion; duda que no atenta contra el producto. Este es genuino y transparente, tan así como lo es Sergio en sus informes diarios, en sus emociones, y en su compromiso con aquellos a los que ve como pares.
El comienzo nos introduce en un viejo recurso del cine, pero por eso no más valioso ni efectivo, la selección del candidato a infiltrarse en el geriátrico. Los personajes desfilan con características particulares que poco los diferencia a unos de otros. También es refrescante ver como el elegido tiene que ajustarse a las exigencias de su misión. Rómulo le sugiere una y otra vez suma prudencia. No quiere que sus preguntas levanten sospechas. Cosa que no sucede, todo lo que cosecha “El Topo” de sus compañeros de residencia es afecto y respeto.
El film toma un ritmo acorde a la idiosincrasia de aquellos a los que retrata. Ancianos en relativa soledad, recorriendo los últimos días de sus vidas y sin ningún apuro por terminarlos. Algo que el mismo protagonista explica a su jefe en los informes diarios. Las sospechas de maltrato resultan infundadas.
La elección de Chamy como el infiltrado es fundamental, ya que en él, conviven constantemente cierta audacia e inquietud para ser un espía creíble. También destila una empatía por demás necesaria para cumplir sus tareas. Es aceptado como uno más, por su edad y por ser portador de la humanidad necesaria para sostener la trama.
El agente topo se conecta con su entorno, crea vínculos fuertes y se permite dar una opinión en su informe final. El trato es muy bueno, no existen abusos, ni desidia por parte del personal del geriátrico. Es el final, el agente se despide de cada anciano y se emociona. Al espectador todavía lo acompañaran las huellas de fragilidad de estos personajes estrellas, en muchos casos abandonados, y que la película expone con una emoción que alterna entre la ternura y la tristeza.
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