El Espanto, la historia de un pueblo automedicado
El Espanto, la historia de un pueblo automedicado

El Espanto, la historia de un pueblo automedicado

El espanto, Argentina, 2017.

Un pueblo de la provincia de Buenos Aires, a escasos 300 km de la capital, de nombre «El Dorado» tiene escasa población y la misma escasez en servicios. Esta asentado en una zona agrícola ganadera y más allá del zapallo y las vacas, no posee otra actividad que vitalice su economía.
En él existe una característica que recorre todo el planeta, pero aquí se multiplica de forma exponencial: sus habitantes atedien sus dolencias con la “curaciones” que realizan los propios vecinos. Y en el caso de “El Dorado”, todos o gran parte de ellos, la practican.
El documental expone la conducta social de un lugar, pero avisa que hay parte de verdad y parte de ficción. Serán los espectadores, los que instalaran los hechos en las categorías que creerán correspondientes.

FICHA TÉCNICA
Guion y dirección:   Pablo Aparo y Martín Benchimol.
Fotografía:  Fernando Lorenzale.
Edición:   Ana Remón.
Sonido:   Manuel De Andrés.
Duración:   67 minutos
Apta para mayores de 13 años

En un rancho casi arquetípico de lo que es la pampa húmeda, una mujer esta postrada en su cama desde hace unos días .No come, no habla y su familia decide, entonces, la consulta «colectiva». Por allí desfilan para tratarla, desde una peluquera hasta una especie de entrenador de karate. La cámara va entrevistando a cada uno de los personajes, con planos en los que se pude ver el entorno que rodea a sus hogares.
Casas ancladas en el tiempo, fotos de familiares y muebles de décadas pasadas, son el contexto de cada secuencia. Los entrevistados, casi inmóviles, intentan dar pistas de lo que hacen, y de un importante misterio que los atraviesa como comunidad.
Un muchacho joven, con voz de locutor y junto a su esposa, es terminante: “Aquí nos curamos entre nosotros “. El dueño de una especie de almacén es el más suelto y con suma ironía se refiere a la medicina tradicional y a los servicios médicos que hasta allí llegan. Una señora sentada en su living vuelve a la idea base: “todos aquí saben curar”.

El film pasó por la Competencia Argentina del BAFICI 2017 y otros festivales como el IDFA, donde fue premiado

Y así siguen los pobladores, en algunos casos explicando terapias con un hilo o cuerda, que mide cantidad de enfermedad del doliente, o remedios caseros, como pasarse un sapo por la cara cuando una muela parece estar infectada. Así y todo, saben que la muela morirá, pero no precisan comprar ibuprofeno o algún otro analgésico, solo con las caricias de un batracio mediano intentaran atenuar el dolor. Parecen resignados y a su vez convencidos de sus conocimientos.

Volvemos a la señora postrada, esta padece de la enfermedad tabú de la zona llamada: “El Espanto”. Esta solo ataca a mujeres y según los relatos, es producto de un susto muy grande que el pueblo asocia a «ver alguna luz en la noche» o a episodios aun más macabros. Así lo describió muy bien una de las curadoras: “ver unos pies que no tiene cuerpo”.

Básicamente el pueblo entero le adjudica “El espanto” a algo sobrenatural que ataca solo mujeres. Estas parecen ser portadoras de una debilidad congénita para adquirirlo. En ningún momento especulan con alguna conducta o hecho traumático, que la misma paciente pudiera haber vivido en su entorno familiar, laboral o social. El mundo mágico es el que rige el sentido común. Los síntomas se asemejan a un ataque de pánico, pero la capacidad de razonar fuera de estas tradiciones, históricamente pasadas de generación en generación, esta anulada o por lo menos dormida.

El director hace hincapié en el método que se utiliza para atender estas crisis de «Espanto» y aquí comienza otra historia…

El Espanto

Los habitantes de “El dorado” se sienten casi todos curadores y explican escuetamente a cámara sus tareas específicas. Lo aducen al secreto indispensable que se les debe a las llamadas palabras sanadoras, y a una evidente timidez que  los muestra contenidos. Repiten casi todos las mismas cosas, pero también se escapan algunos misterios. Como cuando la peluquera habla de homosexualidad o de un tal “Jorge”, el único sanador de la zona que se anima a curar el Espanto”

Las imágenes nos sitúan plenamente en su contexto social. Campo, atardeceres, cierta rigidez de los involucrados, austeridad, gran apego a la religión y las tradiciones, son el condimento exacto para la historia.

Una ambulancia lleva a la mujer postrada a un hospital, a su regreso mejora, pero nadie cree sea por las medicinas o atención recibida. Cada uno tiene su propia versión. Uno de ellos, la atribuye a la adrenalina que el cuerpo genera cuando…bueno allí no queda muy claro, pero él mismo se muestra ante las cámaras, haciendo constantes ejercicios de brazos para su propia reserva curativa.

Jorge, curador o…?

Es un hombre que vive solo, pareciera de unos sesenta o setenta años y es el único capaz de curar el temido «Espanto». Hasta él, según los dichos, llegan mujeres de otros lugares, atendidas con métodos que nadie se atreve a explicitar. Solo una mujer comete una inferencia y sugiere que estos son sumamente placenteros para el propio curandero, a lo que su esposo rápidamente aconseja no dar más detalles.

Jorge no resiste la tentación y se expone. Muestra su casa semi a oscuras, las tomas son difusas, se lo ve fumando y aceptando su poder contra el temido mal. Sobre sus métodos no habla, solo muestra una cama como posible lugar de tratamiento.

El Dorado parece aceptar que mujeres de otro lugar sean tratadas con la terapia secreta del viejo solitario, mientras que las propias de ninguna manera recurrirían a ella. De hecho nuestra primer protagonista postrada, no es diagnosticada por los curadores del pueblo con «Espanto», salvándola así de la “secreta terapia” en la cama sanadora. Tienen por Jorge una relación de amor -odio. Hacen correr trascendidos sobre las visitas que recibe. Algunos se animan a sugerir haber visto hombres «haciendo una consulta nocturna».

NO saber que es verdad y que mentira, permite que el espanto no sea nuestro y evitar juzgar los hechos con nuestra propia vara. Cada región o pueblo tiene derecho a vivir y regirse con los parámetros culturales que le son devenidos de su historia. Juzgar como todo un pueblo desprecia la medicina y acepta curarse con cuerdas, sapos y bostezos, es solo nuestra de un aislamiento que los obliga a inventarse soluciones mágicas.

La película esta sustentada básicamente en reportajes frente a la cámara. Esta capta no solo los relatos, sino los gestos, las  sugerentes miradas capciosas y los prolongados silencios. En estos, la idiosincrasia del pueblo queda bien expuesta. Las cosas son lineales y extremas, casi siempre atadas a prejuicios religiosos o fenómenos sobrenaturales.
Los deseos aspiracionales de sus habitantes son los que su realidad les permite: casarse, ser curados por vecinos, salvarse del espanto y no tener homosexuales entre ellos (aunque un episodio policial ,que el documental expone, nos infiere algo sobre esta tema específico )

Moraleja

Podemos pararnos frente a ellos y quizás hasta tentarnos con una sonrisa por algunos de sus relatos, pero no leer el trasfondo de abandono sanitario y educativo, que expone su visión de la vida, es abandonarlos de nuevo. O peor, dejar que sigan apareciendo y curando los “Jorges” , aunque prefiero inferir que esta es una de las licencias artísticas del director en su proceso creativo.
La naturalidad y la simpleza del lugar es reflejado con un ritmo que acompaña. Allí todos se toman su tiempo y el director se las ingenia para crear la tención que necesita la trama. El desenlace será la respuesta, quizás incomoda, que como espectadores le otorguemos a esos misteriosos silencios colectivos, escondidos en El Dorado.

Pablo Kulcar
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