La pluma, el deseo y la muerte de Delmira Agustini (poeta)
La pluma, el deseo y la muerte de Delmira Agustini (poeta)

La pluma, el deseo y la muerte de Delmira Agustini (poeta)

Delmira (2025)

Delmira Agustini se animó a cruzar un umbral que no estaba permitido para las mujeres de fines del siglo XIX: escribir poesía erótica. Así, se animó a dar voz al deseo sexual de las mujeres, y terminó su vida, de una forma fatal y violenta. El documental rescata la mirada íntima de una artista revolucionaria para su época y su relación con la poesía, el erotismo y la muerte.

Delmira Agustini

Nació en Montevideo, el 24 de octubre de 1886. Fue hija de un hogar de clase media y sus padres le dispensaron una educación exquisita: clases de francés, de música y de pintura. Su madre era de un carácter autoritario y absorbente.Los testimonios describen a Delmira, como una joven dócil y de un espíritu infantil. Sin embargo, sería precisamente ésta quien la alentaría a escribir. Fue así como sus palabras encendidas y llenas de erotismo conformaron sus primeros versos, a la corta edad de 16 años y aparecieron en varias revistas de la época.Este rasgo es producto de un tiempo en que no se toleraba la emancipación de la mujer, pero también de un autoritarismo hogareño. Su personalidad permanece inhibida y torturada y su matrimonio fue una frustración más, ya que su esposo no logró comprender su genio poético. El mismo duró apenas dos meses y terminó en tragedia. Delmira fue asesinada por su marido, que luego se suicidó.

La película desde mi butaca.

Delmira es una nueva entronización sobre la intensidad que tiene una mujer, sea explícita o solo como un rasgo de su propia voluntad, para sobrevivir a situaciones históricas y culturalmente adversas. Un mar que se mese y una espuma que dibuja figuras en la orilla, son preámbulo de una mujer que camina por entre olas pequeñas y granos de arena, mientra una voz en off representa en palabras y versos, la conciencia de esta joven poetisa que escribe y espera. Las palabras están acopladas a imágenes misteriosas en un collage, por momentos difuso, que intenta sugerir más que contar. Sentimos que los versos dictados de forma monótona y sin estridencias, son la trastienda de un desfile de situaciones que no buscan definir nada. Como un viaje somnoliento o un recuerdo, intentan representar a una poetisa opacada y temida.

Nada es estrictamente transparente. Un camino sintáctico le hace de banda de sonido a un vals de fotogramas que dan vida al fantasma. Ella está por momentos en el aire, por otros, en el mar y la sal, pero siempre en ese ambiente que parece detenido y a la espera de algún acontecimiento.

La capacidad artística de la directora en crear mundos oníricos e imprecisos, con imágenes fuera de foco, que sugieren alguna ambigüedad o indefinición. Así logrará que todo encaje, con la tensión necesaria, en un extraordinario trabajo fotográfico. Delmira nos seduce e inmoviliza, por momentos nos angustia y nos conmueve y por otros creemos estar viendo solo el preludio a una tragedia imposible de contener. Hay algo de psicodelia que nos convoca a no exigir definiciones, sino a ver todo como un mapa a recorrer.

La armonía entre la poesía y su representacion visual esta lograda desde y para recrear el espíritu de la joven poeta, se logra plenamente y da identidad a un relato que no es biográfico, sino el resultado de estos dos elementos hechos cine.

Hay fotos que apuntan a los hechos históricos, Delmira de niña, fotografiada por su padre y la más impactante, la premonitoria foto de casamiento, donde nadie esboza una sonrisa y todos parecen asumir que eso no debería estar pasando. Todo es parte de ese espíritu que se escurre y nos introduce en un bucle visual que nos controla y marea. Casi es preciso entrecerrar los ojos para no ver tanto, es la pantalla la que nos mira y nos embruja. Las tomás ambientales recrean un sentimiento de vacío y soledad. La presencia de Delmira recorre las tomas y como en un calidoscopio gira dentro del torbellino que fue su fuerza creativa. 

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El espectador está frente a un destello de sensaciones, por momentos la cámara se mueve y registra situaciones casi a oscuras, solo vemos los ojos de la actriz y su contorno. El andar de animales genera algo de temor, las distancias se mueven lentas y todo adquiere las características de una ceremonia ritual más que la de una película. Esto era Dalmira cuando escribía, una mente en ebullición guiando su mano en la escritura. El cielo y las luces aportan tonalidades al relato, ya sea lírico como visual, en una mezcla de lenguajes que logra conmovernos e incomodarnos. 

Es un trabajo que indaga por los mundos internos de una joven cuyo escape a su realidad era la tinta en forma de palabras que vertía sobre el papel. Daiana, como en todos su trabajos, profundiza los estados de ánimo, se anima a la energía de la pasión, siempre con el arte como una herramienta audiovisual compleja y heterogénea. Esta película es una receta y sus ingredientes son el placer y el deseo, en palabras contenidas y dulces de un fantasma que jamás aparece y tampoco termina de esconderse y esfumarse. Hacer un cine que se transforma, por momentos, en un espacio terapéutico para el espíritu, es la forma que su directora armoniza belleza y contenido.

Pablo Kulcar
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