
Marosa di Giorgio nació en El Salto, Uruguay, e hizo la parte más importante de su vida, (niñez y adolescencia), en la granja familiar, por ello su vínculo con esa fauna de granja en la que los animales más insignificantes al ojo humano, devienen en actores importantes. Se puede asociar su misticismo como el acercamiento a una divinidad indefinida, sería más bien un estado de consciencia que se consigue a través de la contemplación de la naturaleza. El punto de fuga de la comodidad de su hogar al caos de los huertos y de los animales de granja, suscita la creación de sus poesías con forma de universos a dinámicos cada metro cuadrado que la circunda.
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La sangre de la luna, un experiencia audiovisual de Daiana Rosenfeld

La poeta va desde lo explícitamente simbólico de la naturaleza viva, hasta el erotismo más salvaje, donde no hay distinción entre individuos por pertenecer a especies distintas. En sus poemas, seres de diversos mundos habitan su tierra, esa misma que habita su granja donde insectos y otros.. hacen su función diaria de la realidad. Es una multiplicidad de voces y figuras, con roles móviles y dinámicos, que por momentos muestran lo que son y por otros, lo que ocultan. Son actores de una vida silvestre con los colores y una propia mecánica, sus tiempos son los del infinito, son relojes que diseccionan lo que pasa en velocidades que no podemos ver.
El tema de la familia es recurrente, sobre todo la fijación por la madre, a la que mantiene a una distancia prudencial, pero su nombre, al ser nombrada, moviliza todo ese universo de armonías tanto como una tormenta lo hace con esa naturaleza a la que observa. Hay una devoción religiosa mas cerca de la mística que de los credos. Dios esta presente y pareciera estar atento a lo que la poeta dice y hace, pero muy lejos de un ser rector estricto, la libera y la estimula a descubrir aspectos esenciales a su creación. El poder de observación va generando una ruta sensible que denota marcas y huellas, ella las domina por momentos y las hace cicatriz, pero sus palabras ponen el ojo y el alma sobre una atmósfera frágil de su propia sensibilidad, que siente que ese es su lugar y no aspira a nada mas que ser parte.
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Yo conocí bien aquel tronco, aquella madera caída detrás de la casa. Una ardilla la había visitado durante todo el invierno; yo recordaba su cola espesa y dorada –todo ella era una enorme flor espesa y dorada– (…) Aún esperé que aconteciese algo inaudito, que el sol se parara; pero, no, dentro de un minuto, ya, cuatro o cinco planetas iban a prenderse del cielo (…) Me acerqué a mi padre y a mi madre; tuve intenciones de rezar y llorar; pero, ellos levantaban las manos airadas al cielo, levantaban los puños airados, decían oraciones feroces.
El tiempo es un esquema que culturalmente pone las cosas en un lugar determinado. La luna es un símbolo que ayuda a determinarlo. La película esta estructurada por sus distintas faces, en cada una, el relato de Marosa es cronológico con los hechos de su vida. La voz que acompaña las imágenes es de una mujer joven y muestra un equilibrio emocional, lejos del que habitaba el interior de la poeta. Su propias palabras hablan de fuego y de una pasión incontrolable e indefinible. Esta pasa por su cuerpo y su mente, por sus manos cuando escribe y en su propios ojos, cuando realiza ese ejercicio de la contemplación que la constituye en persona. Habla de fuego y de sexualidad, dice que Dios la ve y que su mayor invento fue ella misma, se refiera así a su propio nombre de poeta, al que le dio luz y contenido.
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Como es su sello personal, Daina construye un universo indefinible girando constantemente sobre un mujer, sobre sus palabras y sus marcas hechas mojones del territorio que estamos recorriendo. La cámara registra como si se estuviera esfumando, a una mujer que interpreta un sentimeinto hecho cuerpo.La misma camina y danza, mira y contempla, es un escritor omnipresente que explica lo que vemos. El lugar la interpela, desde una mariposa soñada, a una rana que se esconde. La fauna es su teatro de operaciones, por alli todo construye un circulo que no se cierra. En el estan los versos, las noches, un sol que la desafía a seguirlo y las imágenes de una prosa que casi a titulo de catarsis personal, nos da instrucciones para conocerla. Daina le da lugar a imágenes de un erotismo sutil, pero intenso.
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La película vuelve a ese carrusel psicodélico que hipnotiza, el concepto es crear una obra artística que insinue y estimule la introspección. Es un relato que avanza por distintos mundos. Por momentos se aleja del campo y recorre una bar de Montevideo donde poetas e intelectuales comparten indisciplinas y sueños por intentar. En sus recitales poéticos, muchos de ellos reproducidos en casetes y otros formatos, demostraba una capacidad interpretativa en la que se entremezclaban emociones como el miedo, la sorpresa, el desasosiego y el deseo. Un bosque esconde escultura de metal que sirven para romper todos los esquemas y sumarse a los mundos místicos y surrealistas. Un destello onírico de imágenes nos invita a escuchar los pensamientos de esta poeta uruguaya que se sentía parte de un misterio que todavía no encontró su forma definitiva.
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Morosa eligió su propio nombre para encauzar un proyecto de vida: ser poeta. Creaba en su obra universos donde la fantasía se exteriorizaba en atmósferas surrealistas, pero en Salto, la ciudad uruguaya natal donde se crió y pasó la mayor parte de su vida, siempre estaba en los márgenes, tal vez por ser muy revolucionaria y hablar de erotismo y deseos se convirtió en un artista disruptiva y amenazante
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