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La historia:
Emplazado en los terrenos del antiguo parque Estados Unidos del Brasil, fue creado en 1960 por la familia de inmigrantes italianos, Zanon. Fue el parque de atracciones mecánicas más importante de América del Sur durante la década de 1980.Poseía unos treinta y cinco juegos electromecánicos que fueron importados de Italia, de ahí su nombre. Los complementaban una veintena de stands con atracciones.
En la primavera de 1979 barcos desde Holanda trajeron la montaña rusa llamada Corkscrew, de la empresa holandesa Vekoma, que en su momento era la más alta de Sudamérica, con dos tirabuzones o rulos que fue inaugurada en el invierno de 1980. También en 1982 fue traído desde Italia el juego Matter Horn. Era un juego de alta velocidad, y uno de los más populares del parque. Algunos de los juegos más populares fueron el tiovivo (calesita) acuático, el Boom-Ball (se hacía blanco y se contaban los aciertos realizados electrónicamente), un teleférico importado de Suiza, el juego de las tazas, los autitos chocadores, los autódromos Autos Sprint, Súper Monza o Indianápolis, el «Dumbo» —que reemplazó al peligroso martillo (una cabina que se elevaba y caía en forma brusca)—, «la gruta de los fantasmas» y el tren fantasma, que se destruyó en un incendio el 27 de mayo de 1978. Un nuevo incendio en agosto de 1989 quemó la pista de autos chocadores Súper Monza y en octubre de ese año se incendió el laberinto del terror. En ningún caso hubo víctimas. El Super Monza fue reparado meses después; no así el «Laberinto del Terror».
Palabras del director:
“Estaba investigando para la producción de un documental sobre la clase media, cuando volví a ver Made in Argentina, ¡qué bien filmado que está ese momento! Es la única película argentina que tiene el sonido original del Italpark –aporta Dominguez–. Me conmovió mucho verla, fue ahí cuando me dije: ‘acá hay algo para contar’. Esto habrá sido en 2010. En plena pandemia, encerrado en casa, me puse a pensar qué proyecto podría encarar. Pensé en dos ideas totalmente diferentes –relata–, una era contar lo que estaba pasando con la pandemia, el encierro y el miedo; la otra, era exactamente lo contrario: narrar momentos felices y en ese bucear, volvió a aparecer el Italpark. Así que comencé a investigar”.
“Más allá de que yo era un habitué, la historia del Italpark es un legado cultural que merece ser preservado y difundido. A pesar que ya no existe, su impacto en la cultura popular de la ciudad es innegable y su historia es un testimonio de una época que muchos aún recuerdan con nostalgia. El documental es una forma de preservar esa memoria.»
«En los primeros pasos de la investigación dio con Enrique Godoy, coleccionista e historiador que tiene un blog muy completo dedicado al parque. Él hizo un gran relevamiento, sabe muchísimo de la historia del parque, es un investigador autodidacta y un fanático, hasta compró algunos de los juegos y los tiene en su casa. La palabra Italpark rápidamente te transporta a una época, a un recuerdo, “el que lo conoció no puede ser indiferente –reflexiona el documentalista–. Enseguida, abren los ojos, sonríen, te cuentan algo, hablan de un juego, de un momento, de las luces, de los cumpleaños. No solo era un lugar de entretenimiento, fue también una fuente de empleo para muchas personas, y a la vez un lugar de reunión para familias y amigos”.
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«Esto me permitió conocer de primera mano cómo el parque influyó en sus vidas. Es interesante repasar lo que significó el Italpark para las personas de diferentes generaciones, la de los 60, 70, 80 y también la vinculación con la historia del país. Italpark tuvo su desarrollo durante la dictadura militar, donde entran importaciones, eso se ve en los juegos que traen de afuera y cierra su ciclo con el neoliberalismo, donde no solo cambia lo cultural, sino también lo económico, las maneras de divertirse y la revalorización de las tierras, el mercado inmobiliario. Otra cuestión muy interesante es la función social que tenía, en este sentido me refiero a la importancia como espacio de encuentro, se armaban excursiones especiales para escuelas, ya sean privadas, del Estado o de bajos recursos, visitas para chicos de diferentes orfanatos, para las familias de los sindicatos, clubes barriales. Por eso digo que era mucho más que un parque de diversiones”.
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“El 11 de octubre de 1963 se constituye, por un plazo de veinte años, la sociedad de responsabilidad limitada Industrias Mecánicas Zanon Hnos. – Italpark S.R.L.”.
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En el documental cuenta la creación de muchos de los juegos. Había un taller en el que se reparaban y confeccionaban las estructuras con muchos operarios. Se destaca el trabajo de quienes hacían la artística del parque, tan importante para su identidad. Carteles con los nombres fileteados de los juegos, le daban ese estilo particular en color y una gráfica que intentaba remitir a sus origen italiano. Italpark se convirtió en el parque más importante de Sudamérica en la década del 70. La llegada masiva de juegos mecánicos dio el impulso esperado: “Cinco pistas de autos eléctricos, cinco pistas de autos chocadores, dos montañas rusas, dos trenes fantasmas y más de una docena de atracciones, conformaron la oferta que se estima llegó a recibir hasta 10 mil personas por día.
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Quizás en retrospectiva Italpark haya dejado más marcas y huellas de lo que pensamos. Esa sensación de pertenecer al futuro, en los tiempos de naves voladoras y el comienzo de la ciencia ficción, era una ilusión que se materializaba una tarde de un sábado o domingo. El recorrer ese lugar era casi sentirse como un niño empoderado de serlo, era nuestro lugar en el mundo. Allí nuestros padres debian, si o si, ser condescendientes con nuestros deseos. Hoy las generaciones le exigen a los juegos mecánicos mayores desafíos y mas sofiticación para empatarles a lo que las pantallas y consolas nos ofrecen. Lo que un parque nos daba era esa comunión con amigos o desconocidos en el disfrute y en la alegría compartida. Una adrenalina imposible encontrar en otro lugar por aquellos tiempos. Y esto es exactamente el documental, recuerdos que producen placer. Lo festivo en un lugar público y masivo, como en las viejas kermesses de pueblo, donde todos dejan de lado quienes son para sumarse anónimamente a la alegría compartida.
René Alderete, operador del Samba por varios años, recuerda que buscaba especialmente los temas que dieran el efecto preciso para el movimiento de los pistones. La música y el movimiento lo hacía ser un prototipo atípico de boliche bailable donde algunos temas quedaron marcados en la memoria de los chicos en sus saltos y sacudidas. Por esos años también se organizaron varios recitales y algunas publicidades, como la promoción de los shows. Por ahí pasaron Los abuelos de la nada, Virus, Zas, Los Twist. La noche en el Italpark era una un programa muy seductor para los jóvenes en los 80.
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Los hermanos Zanon también sufrieron inconvenientes importantes con algunos accidentes. En mayo de 1978, un incendio destruyó el Tren Fantasma. En agosto de 1989, otro siniestro hizo de las suyas en la pista de Súper Monza y, dos meses después, el fuego devoró el Laberinto del Terror. En 1990 ocurrió la tragedia en el MatterHornn la que una joven perdió la vida, lo que derivó en el cierre del parque.
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La película desde mi butaca:
Que es a lo que aspira un espectáculo: a emocionar, a conmover, si es algo que tiene un relato quizás a reflexionar, pero si se trata solo de una puesta en escena, generalmente a la felicidad. Son muchos los eventos que logran esto y depende de las necesidades,gustos y costumbres de los que lo disfrutan.Las fiestas populares son un lugar de identificación, de encuentro con los pares y donde nos reconocemos como parte de algo que nos involucra. La alegría es un hilo conductor y genera mayor capacidad de entendimiento por lo que tener un parque de diversiones en una época donde la sociedad urbana no era tan permisiva y sus mandatos limitaban la posibilidad del placer, italpark le dio oxígeno a una ciudad que se ahogaba en sus circunstancias.
De eso se trata esta película en su primera parte, gente desbordando felicidad, sobre todo se constituye en un documento sociológico que expone que impactaba y alimentaba nuestra imaginación por aquellos años sin Internet. Juegos mecánicos en un mundo real, donde las sensaciones compartidas eran parte de la fiesta. Reírse de cómo los demás se ríen, asustarse porque el otro se asusta, era una experiencia sensorial compartida.Que la motivaba, solo la velocidad y la altura de unos diseños una tanto raros que nos hacían sentir la ilusión de volar ? o también esa inocencia que pedía poco para impulsar la fascinación?.
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Corkscrew fue la montaña rusa más moderna y causó furor por incluir en su recorrido el rulo en el que los pasajeros quedaban cabeza abajo.
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Es tan estimulante el recuerdo del Italpark que instala cierta melancolía por lo que sentimos no volverá a ser como fue. La actitud física de distensión mientras se caminaba por el lugar, la carrera hacia la cola de los juegos y la adrenalínica espera del turno para subir, se esfumaron con su cierre. La segunda parte nos habla de su deterioro, de su apocamiento como entretenimiento popular, de sus precios cada vez más caros, de accidentes, todo está cronológicamente detallado con una rigurosidad profesional. La película pone muy en contexto la tarea de los trabajadores del parque, cada área en lo suyo, mecánicos, diseñadores y asustadores del tren fantasma, eran una empresa nacional que producía un bien cotizable solo en los espíritus de sus accionistas: la felicidad.
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Italpark es un documental bien cinematográfico con una construcción visual tan entretenida como lo fue el parque mismo y un producto de reflexión adecuado a lo que se espera de esta historia.Nada es dejado afuera, la comparación con la realidad virtual de hoy en las nuevas plataformas de entretenimientos, los sentimientos de los que por suerte se empecinan en recuperar recuerdos infantiles y la lastimosa cicatriz que expone el poco valor histórico y cultural se le da a edificios, lugares y estructuras que fueron mojones de lo que somos como sociedad.Todo en una pantalla y durante 110 minutos. La dirección de la película y el montaje son la savia que recorre este árbol genealógico de nuestra historia social con una extraordinaria dosis talento y capacidad artística.
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