João Amorim
Después de ser premiada en festivales, Utopía Tropical estrena en Brasil con Noam Chomsky y Celso Amorim presentando la historia de las dictaduras y la ascensión del neoliberalismo en el Continente.
En tiempos de consumo de contenidos rasos y rápidos por las plataformas de streaming, un documental llama la atención por la profundidad de los temas y por la curiosa forma como el guión es conducido: básicamente una conversación entre el intelectual norteamericano Noam Chomsky y el embajador y exministro Celso Amorim.
Utopía Tropical está permeado por animaciones que literalmente «dibujan» cómo los golpes militares derribaron sistemáticamente gobiernos de izquierda en América en los años 70 y muestran cómo el neoliberalismo se impuso en la región, con la perspectiva y el enfoque de los países del Sur Global. Aun así, la película – que ganó premios en festivales por el mundo y acaba de estrenar en el circuito comercial en Brasil – logra la hazaña de ser ligera, lúdica e incluso emocionante.
Lea la entrevista exclusiva hecha con el director João Amorim, que cuenta cómo surgió la idea de la película, los desafíos de la producción y cómo fue grabar con su padre, el embajador y uno de los protagonistas del documental, Celso Amorim.
Utopía Tropical aborda temas complejos de una forma didáctica e incluso lúdica. Pero al mismo tiempo es básicamente una conversación entre dos intelectuales.
¿Cómo surgió esta idea de guion?
Viví muchos años en los Estados Unidos y allá conocí el trabajo del Noam Chomsky. Leí varios libros del y siempre comenté con Celso, que es mi papá, sobre mi deseo de hacer algo con Chomsky.
Hace algunos años, después de ser ministro de la Defensa de la presidente Dilma Rousseff, Celso comenzó a dar conferencias y a viajar por varias universidades. En una de ellas, él conoció a Noam. Su esposa, Valéria, que es brasileña, proporcionó el encuentro entre los dos y mi papá, sabiendo de mi gusto por el trabajo de Noam, me mandó una foto de este encuentro y fue ella la que me instigó a hacer el documental. Cuando vi la foto sentí que tenía que hacer una película, que no sería solo en torno de la figura de Noam, como otros documentales que vi, sino en torno de algo que uniese los dos.
¿Y qué fue esta unión? ¿Cómo usted vio la posibilidad de tejer este diálogo?
Para mí, la mejor forma de unir a los dos es hablando sobre la política norteamericana para América Latina, la visión crítica de los dos, que no siempre concuerdan entre sí, pero tienen un enfoque convergente sobre el tema. Y así el nombre vino al momento. En realidad, el nombre vino antes que todo: Utopía Tropical.
A partir de entonces, empezamos a desarrollar el proyecto con el objetivo de darlo a conocer al público hasta que, una buena tarde, mi padre me llamó para decirme que Noam llegaba a Brasil dentro de quince días. Me preguntó si quería grabar con él.
¿Fue así, de sopetón?
Totalmente. No estábamos preparados, no teníamos financiamiento, pero lo aceptamos. Noam estaba en Brasil y no podíamos perder la oportunidad. Entonces, en este momento, conduje esa primera conversación entre los dos. Fue algo totalmente libre, sin grandes guiones. Yo ya tenía la idea de hacer algo sobre la ascensión y caída de los gobiernos de izquierda, la influencia de la prensa y solo dirigí la conversación, que fue corta, unos 40 o 50 minutos.
Después de eso, inscribimos el proyecto en el FAC, que es una convocatoria de financiamiento a la cultura, y ganamos. Pero los fondos demoraron cuatro años para ser concedidos, después de un largo camino, tuvimos que apelar, judicializar… Tuvimos que adaptar el proyecto, porque el primero había sido escrito cuatro años antes, en el 2018.
La segunda vez que estuve con Noam, lo entrevisté a él solo. Él ya con una edad muy avanzada, en ese entonces él tenía 94 años y tuve que quedarme aislado cinco días en un hotel, sin equipo. Solo Valéria, que es su esposa, estaba allá. Después grabamos una entrevista solo con mi papá y después hubo una conversación remota entre los dos.
Utopía Tropical aborda temas políticos relevantes a través de una conversación entre dos pensadores contemporáneos, utilizando recursos de animación de forma didáctica, lo que aporta ligereza a temas complejos… Es, sin duda, una propuesta atrevida…
De hecho, fue un desafío. Tuvimos muchas limitaciones y una de ellas fue la propia disponibilidad y la edad avanzada de Noam. En nuestro primer encuentro él ya iba a cumplir 90 años. Teníamos varias ideas de cómo grabar con él, pero Valéria fue muy clara: no podíamos hacer nada con él caminando por las calles, ni en conferencias, ni siguiendo su rutina… sería una conversación y se acabó. Entonces este factor limitante, en términos de lenguaje, fue impuesto ya al inicio.
Tuvimos entonces que trabajar con esta realidad y la animación se presentó como una alternativa para traer esta levedad que dijiste… Yo trabajé como animador por muchos años, uso mucho este recurso en mis trabajos y creo que combina mucho con el lenguaje documental. Trae ligereza, ayuda a sintetizar ideas muy complejas, como el origen del neoliberalismo – ¡ja, ja, ja! Cosas que, si usted lo logra traducir en imágenes, facilita la comprensión de las personas.
También tuvimos un trabajo con imágenes de archivo, que fue fenomenal. La película tiene 600 imágenes de archivo, desde los años 30 hasta el momento actual. Fue un trabajo arduo conseguir las imágenes en una resolución buena, licenciarlas… Las bandas sonoras también ayudaron a crear este clima, esta ligereza.
¿Y cómo ha sido la aceptación de las personas?
Participamos de doce festivales hasta ahora, los tres mayores de Brasil, que son el de Brasilia, el de Río y el de São Paulo, fuimos al Festival de La Habana, que es muy reconocido, ganamos premios en Venezuela y en Portugal… La aceptación para un documental sobre temas políticos complejos, sobre casi medio siglo de la relación entre América Latina y los Estados Unidos, a partir de la visión de dos pensadores conversando, está siendo sorprendentemente buena (risas).
Pero tampoco tenemos expectativas alejadas de la realidad. Hoy en día es muy difícil que los cines den cabida a los documentales, sobre todo con este perfil más político.
Entonces intentamos simplificar, traerlo hacia una forma que fuese más comprensible, hacer una película más corta, que apuntase los problemas pero que también diese un tono de esperanza. Creo que no sirve de nada decir «ah, no, olvídalo, el neoliberalismo destruirá el planeta y no tenemos nada que hacer». No creo en eso, existen brechas y caminos que van en otra dirección. Como el propio Celso dijo, debemos apuntar hacia la transformación de la sociedad.
Tenemos la frase que es el subtítulo de la película «Si la historia no se repite, a veces ella rima», entonces debemos continuar atentos. La extrema derecha está trabajando, en todo el mundo. El documental también es sobre el riesgo constante de caer en garras autoritarias, estar bajo el control de personas que tienen básicamente su beneficio como prioridad.
¿Y cómo fue grabar todo este documental con su padre, Celso? Él es una figura importante de la política contemporánea de Brasil y del mundo, una referencia, pero no deja de ser su padre…
Por más que parezca que sea más fácil, no lo es necesariamente. Además de ser una figura prominente, él es mi papá, entonces existen todas las relaciones personales que acaban impregnando el proceso. Pero fue muy interesante, su presencia fue fuerte, un contrapunto, un enfoque brasileño, sino sería el enfoque de un intelectual norteamericano hablando sobre América Latina. Ellos concuerdan en muchas cosas, pero en otras tienen enfoques diferentes y, al final, acabó siendo un diálogo muy interesante entre los dos.
Pero puedo mirar con orgullo la persona que es y el trabajo que ha hecho, independientemente de que sea mi padre. Tiene mucho que aportar y hacer la película fue una experiencia de aprendizaje increíble para mí. Y sabes, no sé si alguien más tendría la audacia de hacer esta película, una conversación entre ellos dos… Así que tenía que ser yo (risas)
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