«Todos aportamos a cada país una identidad diversa y una cultura más rica. En las tres historias que tomé para la película está la genética racial de los rostros de los costarricenses; derribar los mitos constituye de vital importancia para creer en la inclusión y en que podemos vivir con respeto y dignidad las poblaciones originarias y de orígenes europeos», dijo a Serra a Télam.
Serra se adentra en el territorio tico para contar las historias de representantes de pueblos originarios locales, quienes temen al «hombre blanco» debido a sus constantes «engaños»; la vida de inmigrantes jamaiquinos y su aporte a la economía y estructura social del país, y la de una familia de emigrados nicaragüenses, quienes escaparon de la violencia y la persecución, según declaran, por parte del gobierno de Daniel Ortega.
«Por ser un mito fundacional -sostuvo Serra-, no es posible que en el 2022 todavía los países sigan ejerciendo una política de diferenciación racial hacia sus pueblos originarios. Es triste lo que se está viviendo en Latinoamérica, con presidentes fascistas, xenófobos y homófobos. Está en los gobiernos y por supuesto en la población cambiar el rumbo de esto».
El director nominado a los premios de la Academia en 2015 por su corto «La parca» juega con el blanco y negro y una estética que esconde las caras para poner las acciones y las voces en primer plano, como una manera de hacer universal el relato de los protagonistas.
«El no ver los rostros en entrevista de los protagonistas nos permite acompañar la vida que ocurre en la película, se vuelven narradores de su propia vida, como si fueran ángeles o espíritus de sus emociones, hacen que el espectador se conecte más con sus acciones y la voz en off nos lleva de manera suave y sutil por la estructura de la película», señaló.
El punto de partida de la película es un tren que representa un poco la variedad racial del país.
Gabriel Serra: Leyendo sobre la historia del tren me encontré con que fue un pilar fundamental en la conexión y comunicación con varias zonas del país además de que en la construcción del tren trabajaron afrodescendientes, italianos, nicaragüenses y esto contribuyó a una diversidad étnica y racial que luego se asentará en el país. Es decir, el tren representa la identidad racial de Costa Rica. Sin embargo, en la construcción del país hubo una política de diferenciación racial muy marcada, dándole preferencia al blanco europeo, como pasó en muchas partes de Latinoamérica. Existía el mito de que los costarricenses son más blancos que el resto de los centroamericanos, mito que prevaleció hasta la actualidad. Todo esto me dio a pensar cómo un país que tiene un nivel de desarrollo económico y educativo tan alto todavía piensa y ejerce desde la política ese comportamiento. De ahí empecé a visitar las poblaciones más representativas del país. En cada visita conecte con su gastronomía, sus tradiciones, la cosmogónica del mundo todo desde el punto de vista de los niños y niñas, los jóvenes y los adultos mayores y así me motive a deconstruir un mito retratando la vida de esas poblaciones.
Parece que fue un rodaje bastante intenso.
GS: Estuvimos dos semanas con cada población grabando, pero yo ya había pasado viajando y dedicado a conocer las historias y encontrar los personajes cuatro meses antes. En el momento del rodaje hubo muchos choques culturales con las poblaciones indígenas, desde saludarse a la mañana hasta que ellos compartieran su visión sobre la religión y otros temas. Los Ngäbes piensan que nosotros los blancos vamos a exterminarlos de nuevo, entonces se han cerrado al mundo para que eso no suceda y tienen claro que a través de conocer su lengua y su religión es como se les puede colonizar. Grabar el corte de café con ellos fue una experiencia inolvidable y bella, además que son imágenes cargadas de un simbolismo vinculado a la esclavitud muy fuerte, e ahí la decisión de haber usado el blanco y negro, porque es un mito fundacional que nace en el pasado, pero sigue prevaleciendo en el tiempo. Por otro lado, la grabación con los afrodescendientes fue llena de mucha energía ya que los niños en esa comunidad son el alma de ese pueblo. Los adultos mayores guardan la sabiduría y la preservación de sus prácticas, sin embargo, el cacao ya no está en su cultura. Y por último grabamos con los nicaragüenses, población que me toca de manera particular porque yo soy nicaragüense y también salí de mi país forzado porque no soportaba la situación que se vive. La migración hacia Costa Rica tiene una historia de más de 50 años y en este caso retratar la historia reciente de migración era de vital importancia para este documental.
Por una parte muestra el dolor de emigrar pero, por otra, el aporte de la inmigración al país que los recibe.
GS: Si, esa fue mi intención, estamos hablando que por un lado existe una odisea emocional al viajar, las migraciones forzadas por contextos sociopolíticos de violencia es de los más comunes en Centroamérica; cada una de esas personas migrantes lleva consigo una carga de emociones vinculadas a la desesperanza y el dolor; en Costa Rica se registran más de 100 mil exiliados nicaragüenses. Y por otro lado, estas personas que migran donde llegan se convierten en una fuerza laboral y un enclave cultural que aporta al desarrollo de cada país. En ese sentido, el gobierno actual costarricense ha sido muy generoso con mis coterráneos. La ayuda que están brindando es inigualable y de mucha generosidad.
En las historias mezclás español, inglés y una lengua nativa.
GS: Me interesa que los pueblos originarios puedan hablar desde sus lenguas y con sus maneras de expresión. La publicidad y los medios de comunicación nos venden una homogeneidad de la manera de expresarnos en el español o el inglés. Cada pueblo tiene su lengua, la muerte de esta representa la muerte de su cultura. Por ello era muy importante que ellos se pudieran expresar en su lengua. Los idiomas y lenguas que se hablan en esta película son el creole, el Ngäbe y el español
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