El Pianista, la guerra en las manos de un artista.
El Pianista, la guerra en las manos de un artista.

El Pianista, la guerra en las manos de un artista.

Por Pablo Kulcar

Los hechos

La llamada batalla de Berlín fue la última de la Segunda Guerra Mundial y comenzó el 16 de abril de 1945 con la ofensiva del ejército Rojo. Fue casi una lucha cuerpo a cuerpo por las calles de la ciudad, durante todo el 2 de mayo de 1945. Allí los soldados rusos se encontraron con jóvenes de 14 o 15 años obligados a pelear o ser fusilados por traidores al régimen. La desolación y destrucción en la que quedo sumida la ciudad, es resumen de todo lo allí ocurrido.
El film de Roman Polanski, «El Pianista», retrata como nadie esa desolación y derrota. La alegría de los triunfadores y el pánico de los perdedores son pinceladas de una clase de historia y cine, que hace de la imagen su prédica moral y su desgarro emocional

Título: El Pianista. País: Francia, Polonia, Alemania, Reino Unido. Año: 2002.
Ganó tres Oscars:
Director: Roman Polanski.
Guión: Ronald Harwood.
Actor: Adrien Brody


.

La Película

Varsovia 1939: Un pianista toca una pieza en un estudio de radio, se llama Wladyslaw Szpilman (Adrien Brody), Wladek para los amigos y es muy popular en su país. Lleva una vida acogedora disfrutando su talento. La Alemania de Hitler invade Polonia ese mismo año. Los nazis toman la capital y Wladek y familia están impactados, los tranquiliza escuchar por radio que Francia e Inglaterra le declaran la guerra a los invasores. Pero la realidad los sacude a la mañana siguiente cuando el ejército de ocupación comienza a imponer leyes y prohibiciones a todo ciudadano judío en el territorio.

Así, los Szpilman son obligados abandonar su casa a la fuerza para ir a vivir a una pequeña zona acotada denominada gueto. Allí son asinados judíos y otras etnias que Hitler considera contaminantes. La pobreza y la falta de alimento los empieza consumir. Por todos lados se respira la crueldad del régimen opresor. Wladek trata de llevar comida a su familia con el poco dinero que puede obtener donde casi  ya no lo hay. La fuerza de espíritu de los asinados se cae a pedazos y la cámara de Polanski lo retrata en cada rostro.
Los Szpilman son finalmente seleccionados para tomar uno de los trenes que los llevará directo a la muerte. La recreación de esos momentos es cruda, aunque no precisa de textos, ni diálogos. El espectador siente la misma vulnerabilidad que los prisioneros, un paneo general del lugar pone en contexto la magnitud de los hechos.La tragedia se hace imagen y duele a los ojos.

Gracias a un policía amigo, Wladek puede escapar, y a pesar de perder a toda su familia, logra esconderse en un departamento que admiradores de su música le prestan .Allí deberá estar solo y en silencio, solo recibe cada tanto y cada vez más espaciado, la visita de un personaje de la resistencia polaca que le leva algo de comida ( arroz o pan). Esta totalmente desamparado y se debilita física y moralmente. Una única ventana lo conecta visualmente con la calle y por allí ve como el mundo se desmorona.

Fusilamientos, abusos y finalmente la revuelta de estos polacos asinados, que en condiciones de una inferioridad explícita, intentan oponerse al ejército alemán en lo que termina siendo un digno suicidio colectivo. El gueto acaba de sentenciase a desaparecer y Wladek entra en pánico.
Para entonces corría el año 1943.Visualmente el gueto es agobiante, a través de los ojos del pianista y por esa ventana es por donde mira la cámara. A veces las imágenes son inconexas, pero se van armando un relato que gira alrededor de una sola idea, la muerte. El espectador se siente tan a la intemperie como el protagonista cuando su departamento escondite es destruido por el fuego de un tanque enemigo

.

La película dibuja este deterioro con artesanía profesional, lugares, prisioneros opresores, días y noches, son pinceladas fotográficas. Adrien Body construye un Wladek, física y emocionalmente creíble, sobre todo en su deterioro. Su rostro desde el comienzo del conflicto retrata incredulidad y miedo. Es una actuación magistral, casi artesanal, dentro de una ambientación situacional cerca de la perfección. Wladek logra sobrevivir y se entrega a los Rusos, convertido en casi un despojo subhumano, que termina deambulando entre las ruinas de una ciudad destruida. Wladek es la síntesis de la  guerra, la película también.

Polanski

El Director vivió en su propia carne el holocausto siendo un niño y en esa misma Varsovia, a la que sus padres habían vuelto desde Paris (donde el director nació) tres años antes de la invasión Nazi. Con tan solo siete años vio cómo se llevaban a su padre a Mauthausen, donde no pudo sobrevivir, y a su madre a Auschwitz, donde también murió.

Wilm Hosenfeld

Polanski recupera en su película varios hechos reales, entre ellos al oficial alemán Wilm Hosenfeld, personaje que deja vivir al pianista a cambio de escucharlo tocar un piano que sobrevive entre las ruinas.
Hosenfeld dio albergue a dos judíos que se estaban escapando de la persecución nazi y ha sido reconocido de manera póstuma como «Justo entre las Naciones» por el Museo Yad Vashem.

Las imágenes tiene una fotografía tan ambientada que nos golpea en la cara. El mundo está mudo de palabras, pero vivo en sonidos de cañones o disparos de metralla .Una atmósfera apocalíptica se dibuja entre ruinas y escombros, sean estos materiales o morales.

Distintos pasajes del film muestran la debilidad emocional de aquellos que sobreviven. El protagonista sale de su escondite en una Varsovia destrozada, sin gente, sin casas, sin ejército y sin vida. Nada tiene una justificación racional que nos consuele. La atmósfera de la película tiene una densidad incómoda y aplanadora construida artísticamente en cada detalle y en cada actuación.

Últimas entradas de Pablo Kulcar (ver todo)
Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *