«Jorge Julio López desapareció dos veces. La primera vez fue una noche de octubre de 1976, durante la última dictadura cívico militar. La segunda, una mañana de septiembre, treinta años más tarde y en plena democracia», dice el director Jorge Colás en la presentación de su último documental.
Julio pasó por varios centros de detención, vivió y pudo observar numerosas violaciones a los derechos humanos. Cuando lo sueltan se dedica a escribir en un cuaderno todo lo que vió, los lugares y las personas que pudo identificar, a la espera de la democracia y la posibilidad de juzgar a los militares genocidas. La primera oportunidad llego recién en 1999 con los Juicios de la Verdad abiertos por el menemismo, juicios sin posibilidad de condena que se abrieron en el marco de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Si bien estos juicios no podían juzgar a ningún genocida, fue una primera oportunidad para Julio López de hacer público todo lo que vivió. Allí declaró, relatando en voz alta por primera vez todo lo que vio y vivió, y responsabilizando claramente a Miguel Etchecolatz como dirigente de un gran número de centros de detención clandestinos, y perpetrador de torturas, violaciones y asesinatos.
López, el hombre que desapareció dos veces se ocupa de un tema casi olvidado por la agenda de los medios argentinos. Con buenas entrevistas, archivos de la causa y una reconstrucción coral repone las líneas de investigación judicial y propone, sobre todo, un ejercicio de memoria sobre el caso.
El 19 de septiembre de 2006, el represor Miguel Etchecolatz fue sentenciado a la pena de reclusión perpetua por crímenes de lesa humanidad. Se trató del primer juicio oral tras las declaraciones de inconstitucionalidad y nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Cuando empezó el juicio, en el que López sería un testigo clave, «Etchecolatz estaba libre, en su casa y con armas», recuerda la abogada y ex diputada Myriam Bregman.
Julio fue desaparecido durante el gobierno de Néstor Kirchner. La investigación a cargo de la policía bonaerense, la cual fue dirigida por Etchecolatz en su momento –y de la cual formalmente siguió siendo parte hasta el 2017- y de la cual se sospechaba fue partícipe del secuestro. La desaparición de Julio generó –y sigue generando- un enorme repudio. Se realizaron numerosas movilizaciones por su aparición con vida, las cuales se siguen realizando en la ciudad de La Plata hasta el día de hoy para conmemorar su desaparición y denunciar la impunidad de ayer y de hoy.
Un día antes de que se conociera la sentencia, López desapareció de su casa en el barrio de Los Hornos, en La Plata. Con el testimonio de su hijo Rubén López, la película intenta reconstruir esas últimas horas. El abogado Aníbal Hnatiuk recuerda, entonces, una de las pistas más inquietantes: un testigo dijo haber visto ese día a López frente a la casa de Susana Gopar, una policía vinculada con Etchecolatz. Poco a poco el documental acumula pruebas y ordena las pistas que siguió (o que ignoró) la justicia a lo largo de diecinueve años.
Director de documentales notables como La visita, Colás eligió esta vez como objeto de estudio un caso incómodo y complejo: «Cuando conocí personalmente a Rubén López pude identificar algunos gestos de su padre, esos que había visto cientos de veces en los archivos del juicio a Etchecolatz. Por los giros del destino es ahora Rubén quien habla, recuerda y, por sobre todas las cosas, busca justicia. A casi 20 años de la segunda desaparición de López, la causa sigue siendo un monumento a la injusticia y la impunidad», aseguró el realizador.
A propósito de su estreno en cines, esta semana hablé con Jorge Colás sobre el origen del documental, las líneas narrativas para contar la historia de Jorge Julio López y los principales desafíos del proyecto.
El origen: «El documental surge de una conversación con (el periodista y escritor) Felipe Celestia y Tomás De Leone (director de Un sueño hermoso y Botas rosas). Empezábamos a pensar en posibles historias de casos que hayan tenido impacto a nivel social y que hayan quedado en el camino, casi olvidados. Felipe aportó enseguida el de Julio López. Es un caso particular de un desaparecido en dictadura que luego es desaparecido en plena democracia con un contexto político diferente acompañado por la caída de las leyes de impunidad y la reapertura de los juicios a los represores. Lo sentíamos, al mismo tiempo, como un caso incómodo, una especie de herida en la democracia. Nunca imaginamos que Argentina iba a tener una vicepresidenta (Victoria Villaruel) que apareciera en la agenda de Miguel Etchecolatz y que fuera mencionada en círculos relacionados a los represores. El paso del tiempo y el contexto actual hizo que la película esté hoy aún más vigente de lo que estaba en el momento de su germen».
La segunda desaparición: «Queríamos plantear dos tiempos (1976 – 2006) en una película claramente anclada en el presente que nos cuente qué estaba sucediendo con la causa hoy y recorrer narrativamente esos dos tiempos en el relato. La primera desaparición de López en 1976 donde damos un contexto de qué tipo de militante era, que fue algo que se fue perdiendo. Después, en una segunda línea, en 2006 y el cambio de paradigma en los crímenes de lesa humanidad. López declara en el juicio contra Etchecolatz y desaparece en un episodio que estaría perpetrado por el mismo grupo de gente. Eso también es impactante y habla de la impunidad que tuvo la causa en todos estos años».
El personaje: «Queríamos poner a López en primer plano. Corrernos del símbolo y construir a López como persona y personaje mucho más claro y profundo. Sabemos que mucha gente que vaya a ver la película conoce su historia y tenemos que darle algunos elementos actuales o novedosos que no sepan de la vida de López y de la causa judicial. En este sentido, desde el guión y después desde el montaje hicimos un trabajo muy específico».
Los archivos: «Cuando encontramos el material con las declaraciones de Susana Gopar y Oscar Chicano fue muy impactante y cinematográficamente potente. Esa tensión, esos silencios y esos desvaríos tenían mucha potencia dramática. Se veían las conexiones políticas, judiciales y de las fuerzas de seguridad entrando en tensión con el caso López».
Los represores: «Sabíamos que teníamos que construir la figura de Etchecolatz como personaje, casi como un antagonista. El represor hizo desaparecer a López en 1976 y todo indica que él o su entorno hicieron desaparecer a López en 2006. Cuando encontramos los archivos de Gopar y Chicano sentimos que eran dos líneas de investigación concretas que hablaban de la complicidad policial y militar en un caso muy enmarañado».
Los desafíos: «El principal desafío fue cómo organizar el caudal de información para que todo sea claro y dinámico para el espectador. Queríamos hacer una película con cierto código de cine documental-policial. ¿Qué información podemos mostrar que sea clara y que no sólo la puedan entender los abogados? Tuvimos que encontrar una línea dramática clara, concreta y sintética que atravesara estos dos tipos espectadores que posiblemente vean la película».
(*) El documental se podrá ver en salas de Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, Buenos Aires) en los siguientes días y horarios:
Soy periodista mayormente de radio. Pienso a la profesión como una manera de estimular el pensamiento crítico del que escucha, lee o mira. Trabajé en radios comerciales, cooperativas y universitarias. Poder describir con palabras lo que una película me hace pensar y sentir, es mi intención y mayor meta para con el lector.
Soy periodista mayormente de radio. Pienso a la profesión como una manera de estimular el pensamiento crítico del que escucha, lee o mira. Trabajé en radios comerciales, cooperativas y universitarias. Poder describir con palabras lo que una película me hace pensar y sentir, es mi intención y mayor meta para con el lector.