Sinopsis: Dos mujeres, Moncha, una productora artesanal de licor de cocuy, y Miriam, una destacada científica botánica, libran una larga lucha para legalizar el cocuy. El cocuy es una bebida espirituosa ancestral elaborada a partir de la planta del agave, también conocida como la «planta milagrosa». Esta bebida y la planta fueron prohibidas en la década de 1950, lo que significó décadas de criminalización de los productores artesanales y sus tradiciones. Las dos mujeres se enfrentarán a las grandes corporaciones y lograrán trascender en la historia de un país que empieza a reconocer su valor cultural.
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Gabriela González Fuentes:Gabriela tiene un Máster en Dirección y Producción de Cine Digital de la Universidad de La Laguna, España y una licenciatura en cinematografía en la Universidad Central de Venezuela. En 2007 fundó la casa productora La Taguara Fílmica, desde la cual produjo y dirigió varias películas, incluyendo su primer largometraje documental “Las Muchachas” (2013). En el 2016 se muda a Buenos Aires y se suma al equipo de Motoneta Cine como directora y productora. Actualmente dirige el largometraje documental “Los cuentos de Rita” en etapa de postproducción
Ficha técnica
DIRECCIÓN Y GUIÓN: Yuruani Rodríguez / Gabriela González Fuentes
PRODUCCIÓN: Gabriela González Fuentes/ Rodolfo Pochat
FOTOGRAFÍA Y CÁMARA : Miguelangel Machado, Gabriela G. Fuentes y Noel Cisneros
MONTAJE: Yuruani Rodríguez y Guillermina Chiariglione
MÚSICA ORIGINAL: Miguelangel Machado
COLOR Y COORDINACIÓN DE POST: Adriana Castro
JEFA DE PRODUCCIÓN: Alexandra Caraballo
DIRECCIÓN DE ARTE: Yuruani Rodríguez
SONIDO DIRECTO: Rubén García /Carlos Luis Hidalgo
PARTICIPACIÓN: Miriam Díaz Arens y Lourdes Navarro
FESTIVALES Y PREMIOS
PRIMER PREMIO COMPETENCIA OFICIAL DE DOCUMENTALES INTERNACIONALES, Festival Internacional de Cine Cannábico, BUENOS AIRES 2023,
PREMIO DEL PÚBLICO, Festival Internacional de Cine Cannábico, MONTEVIDEO 2022,
ESTRENO EN VENEZUELA, Festival de Cine Documental, CaracasDoc. 2023
La película desde mi butaca.
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La historia es básicamente sobre una planta mágica históricamente instalada. Las manos de la gente del pueblo de Pecaya, tienen derechos históricos sobre lo que su tierra les ofrece como planta, y eso es el Agave Cocuy. La tierra la empodera de propiedades medicinales y la gente de contenidos culturales. Nos acostumbramos a calificar a distintas bebidas o jugos autóctonos de un lugar, como hierbas que se reproducen en cada estación. inferiores o de dudosa calidad, sin siquiera entender que son esencias naturales y no productos industrializados, decorados y atenuados para su venta al mercado de los «sin contaminantes».
La Dra. Miriam Díaz de Arends es el acontecimiento que el tiempo de este pueblo estaba esperando. Una científica con una mirada holística de lo que ve y estudia. La planta a preservar es presencia de la tierra, de sus brazos en forma de raíces, su gajos estirándose hasta tocar el aire y dar finalmente sus frutos al valle. Es lo que se bebe, luego de proceso artesanal y trabajoso, como toda tarea en el lugar. Miriam quiere conseguir su legalización como licor y su respaldo como bebida autóctona y espirituosa.
La película hace foco en la gente, en sus manos apretando las plantas para extraer el jugo. Es necesario que ese pueblo subsista al gran crecimiento de la fama del Cocuy. Los paisajes estan encuadrados y forman postales visuales que ponen todo en contexto. El valle y los lugareños son extremadamente transparentes, reconocen del valor del reconocimiento nacional a su elixir, y también recuerdan la obligación de perpetuar la vida de esta planta. Si se recoge, se deberá sembrar, sino los tiempos serán cortos y este fruto, que es forma y parte del pueblo, será solo una planta en laboratorios que destilaran un exquisito brebaje parecido al whisky.
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La lucha duró 5 años y se logró modificar la ley que lo etiquetaba como algo prohibido y justificaba la persecución y calificación delincuencial de su producción. La historia tiene varias miradas, la de aquellos que lo producen de forma artesanal y otra, su instalación casi mágica como regidor de su vidas y de las relaciones con el resto de la sociedad. Para Pecaya, Cocuy no es solo una bebida con alcohol, es un punto donde referenciar su historia.
El entramado rescata antepasados trabajando en la clandestinidad, y su vez, el aporte simbólico de aquella historia compartida. La película, como un péndulo identitario, se mueve de la antropología al cine. La dirección recorre cronológicamente la historia del Cocuy, las palabras explican como se pasó del delito, al reconocimiento nacional, por parte de las autoridades. Las voces a cámara, son gestos armoniosos que intenta ser leales a los hechos que relatan. Nadie es un intruso, los habitantes trabajan con una infraestructura precaria y con sus manos. La científica los contiene y los escucha.
El viento parece danzar sobre cada secuencia, tratada con una fotografía que conjura belleza escénica y contenido. Confluyen la ecología y el aprovechamiento de los recursos naturales, el pasado y futuro de esa sociedad y su desarrollo sostenible. Tierra, plantas y manos que trabajan, se conjuran para una ceremonia que los sobreviva
El documental es un recorrido que registra la extracción el jugo de la Agave Cocuy, para convertirlo en bebida espirituosa. Están detallados los pasos prácticos que los habitantes del lugar realizan. Las indicaciones de como cortar, como sembrar y como degustarlo. Un producto que adquiere connotaciones místicas. Al mismo tiempo hay un relato sobre la mirada que los distintos poderes institucionales, presionados por intereses comerciales, tenían sobre dicha bebida. La tarea fue restituirle su legado cultural y su simbología, como elemento esencial de la economía de un pueblo que parece no tener muchas otras opciones.
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El tono se vuelve épico cuando el protagonismo lo asumen los esfuerzos de la Dra. González de Arends y los habitantes de Pecaya. por conservar esta planta y lograr su legalización en la Asamblea Nacional. Pero las directoras ponen sus ojos en la belleza visual, la de su gente y sus manos, la de una planta que orgullosa se deja destilar, para ser algo más que un arbusto con jugo. La expediciones al monte, con burros y todo un equipo, enlaza dos realidades, la del valle, sus casas y animales, y los estudiantes y sus profesores, con algo de equipo y su calculos. Todo se nos presenta, por momentos poético y surrealista, y por otros, con la información necesaria para que el documental explique e informe de lo que habla.
Hay lugar para que lo circunstancial sea el centro y allí la cámara construye espacios visuales cuidados y artísticos. Atardeceres, noches frente al fogón, caminatas entre piedras y planos generales de un valle que todo lo permite, son fotogramas a disfrutar. El color es importantísimo, los rostros y sus circunstancias también. Las manos se topan con las plantas y las voces con historias.
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El resultado audiovisual conmueve, se entremezclan los saberes de la ciencia con aquellos que derivan de la experiencia nativa y rural. La naturaleza se agiganta en su paisajismo geográfico y doméstico, el individuo es motor de fuerzas colectivas que derivan en acciones política, y lo sagrado suena como un rugido de la mismísima historia y sus antiguos actores.
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