Los comechingones serranos
Los comechingones serranos

Los comechingones serranos

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Comechingón es la denominación vulgar con la cual se alude a dos etnias originarias de la Argentina, los hênîa y los kâmîare, que a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI habitaban las Sierras Pampeanas, de las actuales provincias de Córdoba y San Luis .

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La denominación comechingones se cree que les fue dada por los invasores indoamericanos Sanavirones, procedentes del centro de lo que hoy es la provincia de Santiago del Estero. Fue tomada por los invasores españoles, quienes nominaron a los pueblos henia-kamiare de esa manera, al comprender la heterogénea diversidad cultural que existía en lo que hoy son las sierras de Córdoba, e intentar reducir tal complejidad a una idea más simple y por lo tanto, nombrable. «Kaminchingon» viene, según Aníbal Montes, de «kami» (serranía), «chin» o «hin» (pueblos) y la pluralización quechua «gon». Es decir «serranía con muchos pueblos». 

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Vista de la Sierra de Comechingones.

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Etnogénesis

Muchos antropólogos tienden a considerar a los hênia-kamiare como un conjunto muy diferenciado del grupo Huárpido. Dos rasgos de los comechingones que más han llamado la atención son su aspecto caucasoide (los varones eran barbudos ya en la pubertad), sus tallas relativamente elevadas para su época (aproximadamente 1,71 m en los varones) y la existencia de una frecuencia de quizás el 15% de individuos de ojos grisáceos/verdosos. Los ojos claros eran llamados soto, y esta singularidad más el hecho de ser barbados y las pictografía como las de Cerro Colorado en donde se observan grafismos que en su forma recuerdan a las runas y que reproducen individuos montados sobre caballos y con algo que parecieran ser yelmos hizo que varios antropólogos del siglo XX creyeran en un origen (o al menos un fuerte influjo) vikingo en la etnogénesis de los hênia kamiâre, aunque en la actualidad tales teorías están prácticamente descartadas y el hecho por el cual en algunas pictografías aparecen dibujos muy estilizados que parecen drakkars o la presencia de personajes ecuestres se explica por la sencilla razón de que en tales pictografías los hênia kamiâre estaban representando la irrupción de los españoles en el s XVI. Quizás los hênia-kamiare remontan sus orígenes a poblaciones de la cultura Ayampitín milenaria (al menos existente desde el 6000 a. C.), cultura arqueológica que ha dejado rastros hasta en Tarija (que contiene una similitud en su habla con el habla cordobesa).

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Pintura rupestre en los aleros de Cerro Colorado.

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Casi con certeza la llamada Cultura Ongamira que comprendía Ongamira, Quebrada de la Luna (los Terrones), cerro Minas y cerro Colchiquin, surgida hacia el 4600 a. C., es precedente directo de la cultura comechingón. Uno de los últimos asentamientos con una cultura «comechingona» típica se ubicó en la localidad de Nono hasta el 1750, y tras 1600 corresponde hablar de una cultura «comechingón»-española. La última comunidad hênia kamiâre de linajes reconocidos fue la de Tulián o Tolian, reconocida por los primeros gobiernos patrios argentinos y existente hasta mediados del s XIX en la zona de San Marcos Sierra; luego tal comunidad se mezcló totalmente con gente de origen europeo.

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El poblamiento de las Sierras de Córdoba

Las investigaciones confirman la presencia humana en las Sierras de Córdoba desde hace 11.000 años, a partir de hallazgos en el sitio El Alto 3 (Pampa de Achala).​ Los artefactos indican el establecimiento de campamentos de corta duración. Otros restos fueron registrados en la Gruta de Candonga, con una antigüedad de 10.400 años, además del hallazgo de algunas puntas de proyectil conocidas como “cola de pescado”, empleadas por cazadores recolectores sudamericanos entre 11.000 y 9000 años atrás. Estos primeros habitantes integraban pequeños grupos muy dispersos y móviles, que cubrían amplios territorios en busca de recursos. Su subsistencia se basaba en la caza de guanacos (Lama guanicoe) y venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), y posiblemente frutos y semillas silvestres. En cuanto a su origen, se trataría de desprendimientos de grupos establecidos en las llanuras bonaerenses y uruguayas.​

Los cazadores-recolectores del Holoceno

Los cazadores-recolectores que habitaron la región, recolectaban frutos de especies silvestres como el algarrobo y el chañar  (Geoffroea decorticans), así como huevos de ñandú (Rhea spp.). Para la captura de las presas principales empleaban lanzas con puntas de piedra de forma lanceolada, conocidas como “puntas ayampitín”, arrojadas manualmente o mediante un propulsor.

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En el período que abarca desde hace 4000 a 2000 años antes del presente aumentó la demografía y surgieron diferencias en la tecnología y en las estrategias de obtención de alimentos. Se adoptaron nuevos diseños de puntas de proyectil, de forma triangular, y se entablaron vínculos de larga distancia con otros grupos, como lo sugieren hallazgos de artefactos en valvas de moluscos del rio Paraná y de la costa Atlántica.También aumentó la importancia en la dieta de plantas silvestres y pequeños animales como armadillos (Dasypodidae) y roedores.​ Hace 3000 años se registra el consumo de  maíz(Zea mays), una planta alóctona probablemente obtenida a través de intercambios con vecinos agricultores.

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Los cambios ocurridos durante este período se materializaron, entre otros aspectos, en las primeras expresiones simbólicas relacionadas con la construcción de identidades sociales y la pertenencia de los grupos a determinados territorios, como es el caso del arte rupestre y las sepulturas. También surgieron nuevos tipos de roles, posiciones e identidades personales, relacionadas con esferas como la gestión política, ritual o de redes de intercambio.

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Transición hacia la producción de alimentos

Hace unos 2000 años se acentuaron las transformaciones en el modo de vida de los cazadores-recolectores serranos. Estos grupos produjeron cambios en la subsistencia, en la movilidad con la aparición de nuevas tecnologías. Hace 1500 años se ocuparon más intensamente los ambientes serranos de altura, así como paisajes que habían estado poco integrados a los circuitos de movilidad, principalmente ambientes chaqueños áridos que proporcionaron recursos silvestres en épocas de verano (por ejemplo las sierras de Guasapampa y Serrezuela).​ Se registra el consumo de pequeños granos, entre ellos quenopodios silvestres y otros recursos como frutos de árboles chaqueños:algarrobos,mistol (Sarcomphalus mistol, anteriormente Ziziphus mistol) y chañar.

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Las comunidades prehispánicas tardías

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Asentamiento y movilidad

Los poblados instalados desde hace 1100 años en los valles y piedemontes serranos reflejaban la concentración de un conjunto de familias que realizaban actividades agrícolas, de recolección de frutos silvestres, la captura de pequeños animales, así como el procesamiento, almacenamiento y consumo de sus productos. Estos sitios presentan diferencias relativas a su tamaño, variedad de actividades llevadas a cabo, frecuencia de las reocupaciones y persistencia en el largo plazo.​Las viviendas eran recintos rectangulares de unos 6 m de largo por 4m de ancho aproximadamente, semi-enterrados y construidos con materiales perecederos (troncos, ramas, cueros), conocidas como casa pozo.​

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Recinto habitacional o casa-pozo en Potrero de Garay (valle de Los Reartes).

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Sus habitantes se desplazaban estacionalmente hacia las Sierras Grandes, donde ocupaban refugios en cuevas y aleros rocosos, mientras se dedicaban a la cacería de guanacos y venados de las pampas.​ Otros paisajes ocupados de manera estacional fueron las serranías noroccidentales (sierras de Pocho, Guasapampa y Serrezuela), donde se obtenían frutos del Bosque Serrano y huevos de ñandú.

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Actividades de subsistencia

El manejo de plantas fue un aspecto importante de la subsistencia. Entre las especies silvestres se cuentan el mistol, molle de beber (Lithraea molleoides), piquillín (Condalia spp.), algarrobos, chañar, Oca y Schinus sp. También se consumió la quínoa negra (Chenopodium quinoa var. melanospermum) y el poroto silvestre (Phaseolus vulgaris var. aborigeneus). Entre las especies cultivadas se destacan el maíz, porotos (Phaseolus vulgaris y Phaseolus lunatus), quínoa (Chenopodium quinoa var. quinoa), zapallo(Cucurbitaspp.), papa (Solanum sp. cf. tuberosum) y posiblemente batata/camote o mandioca (Ipomea sp. o Manihot sp.)

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La agricultura fue de baja escala, con parcelas de cultivo dispersas en el paisaje para disminuir los riesgos de pérdidas totales por causas ambientales (por ejemplo granizo o plagas), con una baja tecnificación (no construyeron acequias ni muros de contención) y a secano o temporal, es decir basada en el riego con lluvia. Como ocurría en tiempos anteriores, las principales presas de caza eran el guanaco y el venado de las pampas. También fue significativa la captura de pequeños animales, como la corzuela (Mazama gouazoubira), armadillos, roedores (Microcavia sp., Galea sp., Dolichotis sp.), reptiles como lagartos (Salvator sp., anteriormente Tupinambis sp.) y aves (Tinamidae)​ Una importante fuente de proteína animal provino de la recolección de huevos de ñandú.

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Tecnologías

Se elaboraron herramientas de piedra, por ejemplo azuelas y hachas pulidas que eran fundamentales para crear claros en el Bosque Serrano, fomentar el crecimiento de plantas silvestres con frutos comestibles y cultivar. Las características de las armas sugieren que la captura de presas no era una simple actividad complementaria de otras prácticas económicas más relevantes. En tal contexto, las flechas impulsadas con arcos habrían jugado un rol crucial para abatir a varios animales.

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Recipiente cerámico de Potrero de Garay (valle de Los Reartes).

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Estructuras sociopolíticas

Numerosos sitios arqueológicos señalan actividades realizadas en forma colectiva. En la mayoría se registran infraestructuras y abundantes residuos relacionados con la preparación y consumo de alimentos a gran escala. Los documentos escritos del tiempo de la conquista insisten en la importancia de las reuniones colectivas de los pueblos originarios (“juntas”), con un carácter celebratorio (“fiestas”, “festines”, “convites”) y relacionadas con el aprovechamiento de los recursos silvestres (“cazaderos”, “tiempo de la algarroba”). Estas instancias de participación fueron significativas en términos de la integración política de las comunidades.

Junto a estas fuerzas integradoras, los documentos coloniales señalan mecanismos contrapuestos que alentaban la fragmentación y el sostenimiento de cuotas de autonomía para los grupos domésticos y linajes familiares. Los testimonios arqueológicos que señalan procesos de dispersión estacional, las variadas trayectorias de reocupación de los sitios habitacionales, sugieren grados considerables de autonomía. Estas condiciones significaron un límite concreto para los procesos integradores y para la centralización del poder político. Durante este período se incrementaron sensiblemente las demarcaciones territoriales, iniciadas en tiempos previos a través de formas materiales como el arte rupestre. Casi todas las pinturas y grabados realizados sobre rocas, en diferentes paisajes como los de Cerro Colorado, las sierras de Serrezuela o el valle de Guasapampa, entre otros, corresponden a este período. A través de estos medios se transmitieron diversas informaciones y se anclaron aspectos de la identidad y de la memoria de los grupos a determinados territorios.

 

Organización social

En cuanto a su organización social, la familia era el eje y se mantenía siempre unida. En cada casa vivían cuatro o cinco matrimonios del mismo linaje. Además de las casas, había unas pequeñas construcciones semienterradas donde tomaban baños de vapor. El núcleo familiar constituía la base del ordenamiento. Por encima de él estaba la parcialidad, que ocupaba un área delimitada y consistían en pequeños pueblos independientes, regidos por caciques hereditarios. Cuando crecían mucho se desintegraban en unidades menores, cada una con un cacique propio pero sin romper su vínculo con la parcialidad matriz. Realizaban cultivos, pastoreo y allí se construía el jagüey, especie de pozo o zanja donde se juntaba el agua para beber y regar.

 

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Las tierras que colindaban con el poblado eran trabajadas en forma comunitaria 

 

Viviendas 

Las viviendas de los comechingones fueron construidas de piedra semi sumergidas en las sierras o cavadas en tierra y cubiertas con madera de paja. Si bien su construcción denota precariedad, la elección de los materiales y su ubicación protegida fue muy apropiada para vivir cómodamente porque mantenían el calor durante el invierno y resultan frescas en verano. Eran más bien bajas y la mitad estaba por debajo del nivel del terreno; no obstante, lucían amplias y cómodas: en el centro de la habitación reinaba el fogón para cocinar y calentar el ambiente. Para entrar o salir, utilizaban una rampa. Se ha observado a partir de restos arqueológicos que algunas familias cambiaban de vivienda de acuerdo con la estación. En verano dejaban las semisumergidas para ubicarse en otras mucho más abiertas, construidas totalmente sobre la superficie.

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Traslasierra su historia - ✍️📖Pasado indígena de Traslasierra: Comechingón  es la denominación vulgar con la cual se alude a dos etnias originarias de  la República Argentina, los hênîa y los kâmîare, que

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Pintura rupestre en los aleros de Cerro Colorado.El escenario de este período, definido por el incremento demográfico, la intensificación de la producción, las demarcaciones territoriales y posiblemente los movimientos poblacionales, condujo a niveles crecientes de conflictividad social. Las tensiones pueden ser advertidas, por ejemplo, en determinados paneles con arte rupestre, donde las creaciones originales fueron parcial o totalmente destruidas para imponer en el mismo sitio otras imágenes. Tales acciones se interpretan como ejercicios de violencia simbólica, donde determinados discursos provenientes del pasado, y de otras condiciones históricas o socioculturales, fueron reemplazados por nuevos relatos. Entre otros sitios se observan motivos rupestres que representan armas o personas armadas, y específicamente en el caso de Cerro Colorado, escenas de enfrentamientos entre grupos o personas provistas con arco y flechas.​ Por último, se han registrado algunos casos de violencia interpersonal en esqueletos con diferentes lesiones y asimismo, con flechas incrustadas en o entre los huesos​.

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Comunidades originarias en tiempos coloniales y republicanos

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Los documentos escritos del siglo XVI informan sobre la organización de las comunidades originarias de ese tiempo. Se menciona la existencia de dos pueblos o entidades socioculturales, denominados “comechingones” y “sanavirones”. El vocablo “comechingón” sólo se registra en la documentación hasta fines del siglo XVI, como un término de referencia geográfica: “gobernación de Tucumán y sus provincias de indios comechingones, juríes y diaguitas”.

Existen pocos elementos para afirmar que estas denominaciones se correspondiera con entidades reconocidas por los propios nativos y no fueran, en cambio, identidades asignadas por los españoles, producto quizás de una diferenciación lingüística. En efecto, otro cúmulo de fuentes escritas (expedientes judiciales, títulos de merced, cartas,informaciones de los gobernadores) aporta un conjunto complejo y  de numerosísimas denominaciones de pueblos y parcialidades, que revelan una enorme fragmentación política, con diferentes grados de sujeción y agregación.​

Situaciones similares han ocurrido en otras regiones como el Noreste Argentino, por ejemplo con los pueblos calchaquíes, o en el sur con los grupos  pampas. Las fuentes coloniales aportan algunos datos sobre el sistema de autoridades. Ellas revelan que las comunidades se organizaban en cacicazgos simples (con un cacique o curaca) o múltiples (con un cacique principal y dos o tres secundarios). La autoridad de los jefes étnicos se basaba en el “prestigio” adquirido y en el “parentesco” que daba preeminencia a ciertos linajes. Si bien el liderazgo de estos jefes fue débil, podían pactar en nombre de sus pueblos alianzas para la guerra o negociar el acceso a ciertos recursos. También gozaban del respeto de los miembros de su comunidad, al punto de que disfrutaban de lugares o sitiales de preeminencia en las celebraciones y en algunos casos puntuales, con derecho a la poligamia.

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Efectos de la colonización en las poblaciones nativas

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Varias exploraciones produjeron los primeros impactos en la población indígena, promoviendo enfrentamientos armados y facilitando el reconocimiento del terreno para la posterior fundación de Córdoba. Dicha fundación, realizada en 1573 por Jerónimo Luis Cabrera, produjo uno de los primeros movimientos obligados de población, por cuanto los nativos que habitaban ese valle de Quisquitipa​ fueron trasladados a otros sitios de la jurisdicción. Estos movimientos, voluntarios o coercitivos, continuaron a lo largo de los siglos XVI y XVII, como parte de los condicionamientos impuestos por el nuevo sistema colonial.

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Algunos de los factores que más incidieron y alteraron la vida y las formas de organización nativas son:

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  • Nuevas enfermedades, traídas por los conquistadores, como la  viruela, el  sarampión y la sífilis , que hicieron estragos en la demografía.
  • Apropiación de las tierras más productivas, recibidas por los españoles como premio a sus servicios a la Corona y participación en el proceso de conquista, con la modalidad de entrega de tierra. Dichas concesiones se entregaron generalmente en las márgenes de los ríos, en el piedemonte y en los valles serranos, con mejores posibilidades de explotación económica. Casi todas esas tierras ya estaban ocupadas por los nativos y el proceso de otorgamiento  los impactó directamente 
  • Implantación del sistema de encomiendas. La merced de encomienda  constituía una cesión de la Corona, que renunciaba a su derecho a cobrar el tributo a las poblaciones indígenas en favor de un particular (encomendero) quien a su vez se veía en la obligación de evangelizar y cuidar a los indígenas que recibía. En la jurisdicción de Córdoba fue habitual que el pago de ese tributo se realizara en especies (mantas, telas, frutos de recolección o productos agrícolas) o bien en “servicio personal”, es decir en trabajo. 
  • Traslado, fraccionamiento y recomposición de pueblos. A los fines de cumplir con el tributo y las obligaciones con el encomendero muchas comunidades fueron trasladadas a los establecimientos productivos españoles (estancias,chacras,, obrajes) y con dicho movimiento fueron desvinculando de sus tierras de origen, perdiendo así, con el tiempo, todo derecho a ellas.
  • Introducción de especies del viejo mundo, animales como vacas (Bos primigenius taurus),caballos (Equus ferus caballus),asnos (Equus africanus asinus), ovejas (Ovis orientalis aries) o cerdos (Sus scrofa domestica), y vegetales como trigo (Triticum spp.),cebada (Hordeum vulgare), centeno (Secale cereale),  vid (Vitis spp.) o árboles frutales.

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 Estos fueron introducidos por los europeos para sostener las crecientes poblaciones coloniales, alterando el paisaje y modificando la economía practicada durante siglos por las comunidades originarias.

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Introducción de poblaciones foráneas. Durante el siglo XVII grupos indígenas provenientes de otras regiones del Virreinato del Perú fueron llevados y asentados en la jurisdicción de Córdoba. Se trata de poblaciones provenientes de los valles Calchaquíes, región chaqueña y jurisdicciones contiguas como La Rioja y Santiago del Estero. Estos grupos foráneos se movilizaron voluntariamente en algunos casos, pero casi siempre fue por la fuerza, esto es, fueron “desnaturalizados” y asentados en nuevos sitios para evitar acciones armadas o movimientos de rebelión.

Mestizaje, identidades asignadas y reconfiguradas

El contacto hispano-indígena produjo cambios drásticos en las poblaciones autóctonas de Córdoba. Si bien se registraron movimientos de resistencia armada durante los primeros años, puede decirse que los jefes étnicos no lograron aglutinar con suficiente fuerza a las comunidades para enfrentar de manera decisiva al dominio español. Los enfrentamientos armados datan de las primeras décadas, mientras que con el tiempo, las modalidades de resistencia fueron menos violentas y más sutiles.

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Finalmente la resistencia frente a algún derecho vulnerado dejó de ser colectiva y pasó al plano individual, lo que revela la ruptura de los lazos comunitarios.

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A pesar de este proceso de desestructuración, algunas comunidades lograron sobrevivir, conservando el acceso a la tierra. A fines del siglo XVII persistían seis pueblos indígenas con sus tierras originarias: Quillino,Soto (Chuto), Cami Coschin ( Cosquín),  Pichanas, Pueblo de la Toma y Tay Pichin ( San Marcos). Desde fines del siglo XVII, éstas comunidades indígenas fueron capaces de resistir y perdurar, inclusive, hasta fines del siglo XIX, merced a un esfuerzo por defender la posesión de la tierra frente al estado.

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Antiguas parcialidades

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La denominación «comechingones» ha ofrecido numerosas discusiones entre las y los historiadores desde principios del siglo XX. Según Aníbal Montes esta designación «comenchingones» fue el resultado de una “palabra mal oída quizás” (Montes 1944: 67), que escucharon los españoles en su expedición por Santiago del Estero en el año 1544. La alusión de Comechingones para referirse a los aborígenes de las sierras de Córdoba fue “la pluralización castellana” (cfr. Montes 1944: 64) de “Camichingón”. El término original habría hecho referencia a las serranías muy pobladas del sur y la habrían concedido otros indígenas del norte refiriéndose a ellos.

Estas traducciones aportadas por Aníbal Montes no ofrecen, sin embargo, un verdadero fundamento lingüístico. Tampoco es posible sostener a partir de los documentos históricos que se conservan, ni las investigaciones realizadas, que la denominación «comenchingón» pueda corresponderse con una identidad autoasignada por los pobladores del lugar. Se trató en todo caso de una asignación exogrupal realizada por los propios españoles (cronistas, conquistadores de la región, etc.) a fines del siglo XVI para identificar a los pobladores del actual territorio de las serranías de Córdoba.

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Descendientes actuales

El  censo nacional de población de 2010 en Argentina reveló la existencia de 34 546 personas que se auto reconocieron como comechingones en todo el país, 17 313 de los cuales residían en la provincia de Córdoba, 5564 en el Gran Buenos Aires, 2145 en la provincia de San Luis, 2021 en la ciudad de Buenos Aires, 1943 en la provincia de Santa Fe, 1491 en la de Mendoza, 399 en la de La Rioja, 315 en la del Chubut y 130 en la de San Juan. Desde 1995 el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) comenzó a reconocer  personería jurídica mediante inscripción en el Registro Nacional de Comunidades. Indígenas (Renaci) a comunidades indígenas de Argentina, entre ellas a comunidades comechingonas de la provincia de Córdoba​.

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Así, se reconocen oficialmente a las siguientes comunidades:

  • Departamento Río Cuarto:
  • Comunidad Ckatacuna (en Villa MaríaVilla Nueva)
  • General San Martín:
  • Comunidad Ctalomuchita (en Las Higueras) (el 17 de septiembre de 2014)
  • Depto Juarez Celman:
  • Comunidad Indígena Hijos del Sol Comechingón (en Dolores-San Esteban) (el 18 de marzo de 2010)
  • Depto Capital:
  • Comunidad Aborigen Comechingón del Pueblo de La Toma (el 15 de febrero de 2010)
  • Comunidad Quisquisacate Curaca Lino Acevedo (el 14 de noviembre de 2011)
  • Depto Cruz del Eje:
  • Comunidad Tacu Kuntur (en San Marcos Sierras) (el 4 de mayo de 2009)
  • Comunidad Indígena Territorial Comechingón-Sanavirón Tulián (en San Marcos Sierras) (el 11 de marzo de 2010)
  • Comunidad Macat Henen (en La Higuera) (el 20 de agosto de 2013)
  • Depto Minas:
  • Comunidad Macat Henen (en San Carlos Minas) (el 20 de agosto de 2013)
  • Depto Punilla:
  • Comunidad Ticas (en Bialet Massé, San Marcos Sierras y Villa Carlos Paz) (el 3 de abril de 2009)
  • Comunidad Arabela (en San Esteban) (el 4 de diciembre de 2015)
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Lengua

Los hênia-kamiare o «comechingones» poseían su propio idioma, que posiblemente fueran varios. En 1594 Barzana​ informó que en la Sierra de Córdoba se hablaban más de ocho o nueve lenguas diferentes, lo que indican que tal vez la «lengua de los comechingones» no constituyera una unidad y fuera en realidad un conjunto de lenguas diferentes relacionadas. Sin embargo, esta lengua (o lenguas) está virtualmente indocumentada y actualmente en el territorio que habitaban abunda la toponimia en runa simi o quechua; esto debido a que los conquistadores españoles desde el siglo XVI impusieron el runa simi (dialectizado) como lengua general para comunicarse con las muy diversas etnias aborígenes ubicadas en el  Cuyo, Córdoba, Santiago el Estero, y el Noreste Argentino. Eso explica que posteriormente a la llegada de los españoles en el siglo XVI junto a los topónimos españoles proliferaran (olvidándose los nombres originales) los escritos en runa simi o quechua, y también explica el moderno nombre quechua de la zona arqueológica hoy llamada Inti Huasi en las sierras de la  provincia de San Luis, zona arqueológica centrada en cuevas y grutas cuyo nombre verdadero y original hênîa-kâmîare se encuentra olvidado desde el siglo XVII.

Singularidad fonológica

Un curioso aporte han dejado los «comechingones»: la llamada “Tonada Cordobesa” (de Córdoba, Argentina) o «cantito» que se define como «el alargamiento de la sílaba pretónica», es decir, el alargamiento de la sílaba previa a la acentuada. Esta tonada o acento del castellano hablado en la Córdoba argentina a inicios de siglo XIX se encontraba principalmente muy marcado en las zonas montañosas, aunque es frecuente en la mayor parte de las provincias argentinas de Córdoba y San Luis.

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Tal tonada o «cantito» o curva tonal se puede ejemplificar fonológicamente del siguiente modo: si un hablante de Madrid (España) pronuncia la palabra «tráemelo» de modo que se desglosa en 3 sílabas: [tráemelo], un hablante con curva tonal cordobesa (de la Córdoba argentina) pronuncia la misma palabra en cuatro sílabas del siguiente modo: [tra-e-me:] (los dos puntos tras la segunda «e» significan el alargamiento de dicha vocal previa a la sílaba acentuada).

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Leyenda del Champaquí

Los mejores senderos cerca de Cerro Champaqui | AllTrails

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La palabra Champaquí, deriva del quichua: -Champa- vocablo que se refiere a césped o pastos con raíces en suelo de humedad permanente. Esta es una de las características del Cerro. El conocido quichuista Domingo Bravo, dice que la voz champa significa: césped arrancado para obstruir una corriente de agua, para limitarla o derivarla. En Salta la palabra champa se utiliza para designar trozos de tierra o de barro con raíces y también a la leña delgada, que es la primera que se coloca para encender el fuego. El conocido lingüista Lafone Quevedo, encuentra el sufijo Qui o M en algunos apellidos indígenas y en algunos nombres de pueblos que llevan el del jefe o cacique indio. El verde césped de la cumbre del cerro, los numerosos ojos de agua, la enorme cueva en la roca viva, ideal como atalaya para el dominio de una vasta extensión serrana, nos permite pensar que el cerro fue habitado por un cacique que reinaba en la Región del Césped (Champa-Qui). Conocido por vecinos del valle de San Javier, la leyenda de la novia de la Laguna. Después de la pampilla de la cima, farallones a modo de fuerte custodian una laguna circular, alimentada por arroyos.

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En los atardeceres se alza un suave vapor que el sol tiñe de rojo y de oro. Entonces aparece una mujer de cabellos rubios envuelta en blanco y anaranjado tul: Es la novia de la Laguna. La conocida como leyenda del Champaquí. En una de las grandes cuevas, en la falda oriental, poco antes de llegar a la cumbre del cerro, vivía un jefe indio, que desde esa atalaya natural vigilaba toda la región. Desde ese amplio horizonte descubrieron un día gentes de raza blanca, al oeste en el Valle de San Javier. En una de sus incursiones al otro lado de la sierra, cortada a pico, raptaron a una muchacha rubia de rara belleza. La llevaron a su cueva de la montaña como hizo Bamba en el Valle de Punilla.

Las expediciones de los españoles, por rescatar a la chica fracasaron, pues la abrupta montaña no daba paso, que sólo se franqueaba por tres peligrosos desfiladeros: la cuesta de las cabras, la quebrada del tigre y la cuesta de las totoras. No estaban resignados a perderla y en su angustia en la esperanza de verla, miraban al cerro. Sólo en los atardeceres sin niebla y luminosos, creían verla. El rojo color del crepúsculo y el blanco del vapor de agua, formando hermosas combinaciones, por un natural espejismo, reproduce una figura humana de mujer que parece danzar envuelta en gasas sobre la cabeza del Champaquí. Por eso la llaman la Novia de la Laguna. Al relatar esta leyenda, en presencia del padre José Buteler, de Alta Gracia, uno de los serranos de San Javier nos decía que era cosa de brujería, cómo el indio, trepó al cerro como llevado en alas por el viento. En la desesperación por encontrarla, la chica se convirtió en figura alada; revestida de una túnica sobre la que flota su cabellera de oro, camina suavemente sobre el espejo azul de la laguna. Y Don Tomás como siempre parco y sentencioso, agregó: Yo he oído que se arrojó al vacío desde el cerro… Y aparecen todos los atardeceres para hacernos ver que su alma vive en estas alturas.

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Pablo Kulcar
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