San José de las Salinas, Córdoba. Argentina. Una mujer de 33 años se casa por conveniencia con un hombre de 77 años. Tres años después y con la ayuda de su hermano, lo asesina
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Según el censo oficial realizado por el Indec, San José de las Salinas, en el norte de la provincia de Córdoba, contaba en el año 2010 con apenas poco más de 600 habitantes. A comienzos del siglo XX, la extracción en las salinas cercanas del mineral que le da nombre a la localidad dejó de ser una actividad semi-artesanal para transformarse en una industria de mediana escala, sosteniendo económicamente a casi la totalidad de la población del lugar.
Lucas Distéfano en su documental presenta imágenes de los solares abandonados luego que la falta de lluvia modifique el ecosistema en su parte más rentable y decrete el cierre de su actividad económica. Rieles oxidados, aparatos derruidos y vehículos olvidados son la escenografía de un desamparo detenido en el tiempo y a la espera de algún destello de vida. El pueblo mismo se está deteriorando, sus habitantes parecen displicentes y mecanizados en sus tareas diarias. Todo es casi un conjuro a la tragedia, un bucle social entre lo que fueron como grupo y ya casi no recuerdan. La vida como la conocemos, toma perfiles muy diferentes en esta localidad, y la cámara de Lucas los convierte en un álbum fotográfico y en una película.
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La película documenta la falta de trabajo y cierto derrumbe emocional que es sigilosamente camuflado de hechos cotidianos e instalan la ilusión de una vida que continúa.Los habitantes saben del asesinato de una de los suyos con un palazo en la cabeza y arrojado a un pozo de agua por parte de una mujer que se casó con él, muy a pesar de su edad o exactamente por ese mismísimo motivo. Para la vida de cualquier lugar podría contarse como un hecho delictivo mas, pero aqui es el único crimen violento de la historia del pueblo. La vida allí es un músculo a ejercitar y es la primera vez que se tensa hasta las últimas consecuencias.
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Ramón Cáceres fue asesinado por su esposa y su cuñado y arrojado a un pozo de agua. Con 44 años más que su mujer de apenas 36, construyeron una relación clandestina con secretos que recorrieron las calles como algo prohibido o algún designio de ese dios al que invocan e involucran en casi todo. Distéfano se mete en esta historia dispuesto a dilucidar los detalles en una experiencia cinematográfica y antropológica. Retrata la tranquilidad y la desolación del lugar a través de escenas, a veces largas, de los paisajes que éste ofrece, Que queda de vida allí? quienes son y cómo se ven a sí mismos sus habitantes? Para ello la cámara se acerca a los familiares de la víctima, amigos, policías, simples vecinos e incluso al autor del golpe mortal, condenado a prisión perpetua y que desde su cautiverio declara a cámara su inocencia.
“Acá eso pasa seguido», dicen las voces que ya lo dan todo por hecho y no aspiran a que la justicia les explique lo que está más que claro. Las entrevistas obtienen respuestas temerosas o pudorosas, susurros de gente en un declive que intuyen. El director los expone todo el tiempo, en los primeros planos de sus ojos, en sus lugares despintados y resquebrajándose, en los únicos sonidos que parecen exigir se los escuche, los de perros y los gallos.El pueblo se adormece entre lágrimas a punto de brotar.
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La dirección hace una mirada introspectiva de aquello que dicen y callan los entrevistados.La fotografia se adecua más a imagenes que se recuerdan que a un relato de la actualidad.Todos pasan por la peluquería y en una estampa de la comunicación popular, entre tijeras y peines, relatan detalles inventados o no. Hay un teoría generalizada: una ex prostituta en una rara relación con un hombre de 80 años, tejió una estrategia simple y la llevó a cabo.Los clientes dicen que el muerto no tenía más que una jubilación, ni campos, ni propiedades, pero «son cosas que en todo pueblo pasan» agregan la mayoría de las voces, y en este alguna vez tenía que pasar.
La gente se maneja con otras velocidades y Lucas sabe esperarlos.Esta letanía da sus frutos y se transforma en una radiografía social y visual. El cine con el arte de su tomas y encuadres, es un paliativo a lo que vemos. Todos estan subsistiendo desde nuestra mirada, quizas esa idiosincrasia pueda darles algo que borre las sombras que muchos acarrean.La religión intenta apasiguar la angustia de algunos y como en los viejos lugares de provincia, a ese demonio pueblerino que es el alcohol.
Hay aciertos que nos conmueven: un habitante de San José de las Salinas confiesa dudas sobre su paternidad en tres de su hijos, una simple razón lo respalda, no estaba en el pueblo por esos tiemnpos.Su rostro envegecido está vulnerable. Las salinas estan desoladas, la camara las recorre como una despedida. Juan logra una película que nos impacta y desacomoda por sus tiempos, por su gente y por todas esas diferencias que estan allí, armonizando la belleza de una naturaleza que se deja filmar, con miles de espectadores que han visto el inconsciente colectivo de un pueblo que de a poco se desdibuja.
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Distéfano no se limita a la investigación de un caso policial, nos recrea un collage de imágenes que van desde pastores evangélicos y sus pasajes de la biblia, hasta las confesiones de inocencia de un condenado a perpetua.Todo es parte de algo que se intuye todavía está vivo y no terminó de apagarse.

Lucas Distéfano
Nació el 12 de septiembre de 1965 en Ciudad de Buenos Aires, Argentina y estudió en el Instituto Superior de Arte Fotográfico de Avellaneda. Asistió a los talleres de guión dictados por José Martínez Suárez.
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