Wendy Carlos vivió recluida casi 10 años de su vida para ocultar al público la reasignación sexual a la que se sometió en 1972. Fue colaboradora en la creación del sintetizador Moog y autora del primer disco de música electrónica que llegó a las listas de éxitos.
Wendy Carlos es una de las artistas más significativas,con vida, de la historia de la música electrónica.Su talento le dio una impronta jerarquizadora a bandas de películas como “La naranja Mecánica”. Nació en 1939, en el seno de una familia humilde de Pawtucket, Rhode Island y a 300 km de Nueva York.Su familia fue apasionada por el arte y la música y en sintonía con este sentimiento, comenzó a enseñarle piano a los 6 años.Como su situación económica no les permitía acceder a un instrumento, le dibujaron uno en un papel para que ella pudiera ejercitar sus lecciones.
Por aquellos años Wendy aún era Walter, aunque ya se sentía una niña. Este sentimiento profundamente arraigado, lo exterioriza usando el cabello largo, vistiendo prendas femeninas y cuestionando porque sus padres insistían en tratarla como un varón. Situación que, en el contexto histórico de la década del cuarenta, tenía poquísimas posibilidades de ser entendida y aceptada.Nada de esto fue incompatible con su talento, este fluía sin cuestionamientos de género o culturales.
Escribió su primera pieza musical “Trío para clarinete, acordeón y piano” con tan solo 10 años. Poco después, a los 12 años construyó un sistema de amplificación de sonido para su casa, cortando módulos de madera; a los 14 ganó un concurso escolar de ciencias inventando una proto computadora y a los 16 construyó una máquina pasacinta para crear composiciones electrónicas. Demostraba una gran capacidad creativa dirigida al desarrollo tecnológico.
Obviamente sufrió maltrato de parte de compañeros de colegio por su condición sexual, lo que la hizo intentar encajar en la normativa masculina durante sus primeros años en la Universidad. Allí se anotó a estudiar Música y Física. Intentó relacionarse afectivamente con algunas chicas para cumplir con ese mandato social que le permitiría pertenecer, pero no le dio resultado.
Durante sus años de Universidad profundizó su relación y conocimiento con la música clásica y electrónica. Esta última le seducía debido a todos los aspectos que involucraba su desarrollo. Una vez terminados sus estudios, ya en su rol de compositora, fue incorporando sonidos electrónicos con una talento innovador.
Se graduó en el Máster en Composición Musical de la Universidad de Columbia en 1965, y a partir de este hecho, entró en contacto con algunos pioneros de la música electrónica como Vladimir Ussachevsky u Otto Luening, quienes trabajaban en el Centro de música electrónica Columbia–Princeton, ubicado también en la ciudad de Nueva York.
El encuentro, que marcaría su carrera con un antes y después, fue el que tuvo con Robert Moog. Con él entabló una relación profesional que enriqueció a ambos. Participa sistemáticamente en el desarrollo del famoso sintetizador modular Moog, que sería responsable de una verdadera revolución en el sonido de la música. Él Moog es la piedra fundante de la revolución que surgió en el pop de aquellos años. La llamada música progresiva se constituye a partir de este sonido y desde allí, adquiere el lugar que la historia le otorga. Tangerine Dream, Kraftwerk y los últimos discos de The Beatles le deben mucho a este instrumento. Entre los aportes de Wendy podemos citar la idea de los bancos de filtros, los controles deslizantes para ajustar el pitch y la incorporación de un teclado sensible a la presión.
Con su propio Moog en 1966 y mientras experimentaba realizando sus primeras composiciones, adaptando al sintetizador obras de música clásica, comenzó a ganarse la vida creando efectos de sonido y jingles para televisión. Es en este momento que conoce a Rachel Elkind, una cantante y productora que trabajaba para Columbia Records, con quien comienza a vivir. Fue a través de ella que pudo grabar Switched-On Bach en 1968. El disco consistía en versiones de Johann Sebastian Bach realizadas con el Moog. Las expectativas de la companía eran pocas por lo que solo le adelantaron 2500 dólares por su trabajo. Publicado en octubre de 1968, Switched-On Bach, fue un éxito de crítica y de ventas sin precedentes, convirtiéndose en el segundo álbum de música clásica, y el primero de electrónica en conseguir un disco de platino en Estados Unidos. Fue también fundamental para que el público comenzara a considerar el sintetizador como un verdadero instrumento musical.
Asesorada por el sexólogo y defensor de los derechos de las personas trans, Harry Benjamin, Wendy comenzó un tratamiento de hormonas de cara a realizar una operación de cambio de sexo. La artista llevaba desde hacía mucho tiempo investigando sobre el tema. El tratamiento fue mostrando sus efectos y cambios, coincidiendo con una enorme atención mediática derivada del éxito de su primer disco. Así Carlos se convirtió en Wendy y fue reconocida como la magnífica compositora e intérprete que revolucionó la música electrónica.
En 1969 fue invitada a interpretar sus versiones de Bach acompañada de la Orquesta Sinfónica de Saint Louis. Pero lejos de ser una consagración, expuso sus tremendas inseguridades personales sobre su aceptación social. Wendy comenzó a llorar desesperada en la habitación de su hotel, le aterraba subir al escenario. El tratamiento con estrógenos había comenzado a transformar su apariencia en la de una mujer y esto le provocó una profundo miedo al rechazo. Tan así era, que sentía terror a exponerse.
Aquí ocurre un hecho sintomático del pánico que esa transformación le estaba generando. Angustiada al extremo de no querer salir a escena, decidió camuflarse para poder enfrentar al público, se colocó entonces: una peluca de hombre, patillas postizas y se pintó la sombra de la barba. La presentación tuvo el éxito que su música generaba, pero ella decidió que sería su última presentación en vivo. Wendy jamás logró superar esta situación y desarrolló todo su trabajo en el encierro de su casa-estudio.
La situación fue tan traumática, que no atendió a varios músicos que intentaron conocerla como: Stevie Wonder, George Harrison o Keith Emerson. Estos siempre escuchaban la misma justificación: Wendy está de viaje.
“Los escuchaba desde la parte de arriba,acepté mi sentencia pero resultaba muy extraño sentir cómo mi vida profesional florecía, mientras yo estaba encerrada en casa” Revista People.
En pocas e inevitables ocasiones donde debía hacer apariciones televisivas o entrevistas, volvía a camuflarse maquillándose como un hombre e inclusive en sus entrevistas con Stanley Kubrik, para hablar sobre la banda sonora de “La naranja mecánica”, (vercionó varias piezas de Purcell, Beethoven y Rossini) también modificó su apariencia.
“Creo que Stanley sospechó que había algo raro, pero no creo que adivinara lo que sucedía”.
Un trabajo perfecto es Sonic Seasonings (1972), un álbum doble en el que cada una de las caras estaba dedicada a una estación del año. En este disco combinó grabaciones de animales y sonidos de la naturaleza realizadas con sonidos de su sintetizador.
En mayo de 1972, Carlos finalmente culminó su cambio de sexo y se convirtió oficialmente en Wendy, coincidiendo este hecho con el lanzamiento de este nuevo disco. Wendy continuó con su reclucción, lo que expuso su vulnerabilidad emocional, aún cuando el cambio de sexo fuera ya una realidad irrevocable.
Arthur Bell en una entrevista que la artista le concedió en 1979 para la revista Playboy, expuso parte de esta situación. Un hecho que Wendy calificó como “una traición”, ya que en sus 15 páginas solo un par de columnas estaba dedicadas a su música, el resto era una cronología sobre todos sus padecimientos debido a su condición sexual. Fueron casi 10 años en los siguió trabajando y editó ocho discos, todos bajo el nombre de Walter Carlos.
Durante ese periodo, Wendy casi no tuvo contacto con otros músicos o con la industria de la música electrónica de la que ella era una de las pioneras. Inventó toda clase de excusas para esconderse, manteniendo la leyenda de que Walter Carlos todavía existía. La transexualidad era para ella un último gran tabú y no estaba dispuesta a sentir el rechazo de la sociedad estadounidense.
Como un artista que podía con la tecnología, se aficionó a la fotografía de eclipses solares. Esta búsqueda la llevó a recorrer Siberia, Bali y Australia, adquiriendo una merecida reputación entre los aficionados a estas experiencias.
Ya establecida como Wendy, volvió a trabajar con el cineasta Kubrick e hizo la banda sonora de la famosa película “El resplandor”, pero el excéntrico director solo utilizó dos composiciones. El material restante lo editó luego de mucho tiempo en un disco denominado Rediscovering Lost Scores. Su relación con la música era constante y su casa se había convertido en un estudio electrónico. Para disminuir los ruidos e interferencias en los momentos de composición, se hizo construir una jaula de Faraday.
La función de la Jaula de Faraday es eliminar la interferencia de radiofrecuencias del exterior para que no afecten la recepción y generación de imágenes o sonidos, y así evitar la emisión de fuertes campos magnéticos. Este fenómeno, tiene una aplicación importante en aviones o en la protección de equipos electrónicos delicados, tales como discos duros o repetidores de radio y tv.
En 1980 recibe el encargo de otro de sus trabajos más conocidos, la banda sonora de la película de ciencia ficción Tron (1982). Para la misma trabajó con nuevos sintetizadores digitales y analógicos, pero también con la Orquesta Filarmónica de Londres, el Coro de la Universidad de California y el órgano del Royal Albert Hall. El resultado final es un álbum mucho más rico y menos electrónico.
A este trabajo siguieron otros, quizá entre los más destacados podemos citar Digital Moonscapes (1984), célebre por ser el primer disco en el que utilizaron solamente sintetizadores digitales. La autora inventó una “orquesta digital” con más de 500 “voces” que creó una a una durante tres años para replicar los instrumentos de una orquesta.
El mismo Moog declaró en People en relación al disco: “Wendy ha creado sonidos que nadie había escuchado antes salir de un sintetizador”. En la misma revista dejó entrever la posibilidad de volver a salir al exterior y presentarse al mundo luego de tantos años de ostracismo, pero esa vuelta a la vida pública nunca se produjo. La artista ha continuado trabajando hasta hoy en día, con más de 80 años, alejada de las miradas de un público que la venera. Su conducta no cambió, sigue siendo esquiva y restrictiva respecto a la publicación de su música, ya que es propietaria de su catálogo y no autoriza su difusión en ninguna plataforma de internet.
A los 83 años y en agosto del 2020, publicó una nota en su página web, expresando su disconformidad con una biografía no autorizada: Wendy Carlos: A Biography, escrita por la musicóloga Amanda Sewell, y editada nada menos que por la Universidad de Oxford. En ella advertía que nadie se había contactado con ella y que solo se basaron exclusivamente en artículos y entrevistas que le habían realizado a lo largo de su vida. El libro todavía no está traducido al español.
Wendy Carlos será recordada como una mujer excepcional. “El público resultó ser muy tolerante o si lo prefieres, indiferente, parece que nunca hubo necesidad de toda esta farsa. Al final resultó una monstruosa pérdida de años de mi vida”. declaró en relación a la exposición de su cambio de sexo. Existen condiciones particulares en las que tanto artistas como demás personas trans, comparten situaciones de ansiedad y estrés generadas por su propia condición, la que constantemente choca con la normativa de lo que “es” y “debe ser” una persona sana, en una sociedad que no lo está y donde el arte intenta ser un paliativo sanador.
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