Los gritos de muerte de los amotinados. (El Guasón)
Los gritos de muerte de los amotinados. (El Guasón)

Los gritos de muerte de los amotinados. (El Guasón)

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El GUASÔN……

The Jocker ha sido sin duda uno de los hitos cinematográficos del año 2019. El universo de Batman presenta una complejidad presta a germinar narraciones extraordinarias. Historietas, seriales televisivos, películas; componen un cuerpo más grande que la misma Ciudad Gótica, un todo narrativo mucho más grande que la suma de las partes.

 Daniel D. Gonzáles

El 2019 ha dejado un suceso ineludible a la hora de repasar el año filmográfico. Se han escrito hasta el cansancio párrafos sobre este nuevo origen alternativo del villano por excelencia. “El hombre que ríe” ha pateado la puerta y, revolver en mano, una vez más ha entrado al hall central de la taquilla. Ha entrado con un paso de baile y un cigarrillo colgando de su mueca ¿Será una broma? La multitud se agolpa y lo observa atenta, no es un extraño, se trata de un ícono clásico de la cultura pop que una vez más nos ha encandilado.

 La noche y la ciudad

Guasón (Jocker), dirigida por Todd Phillips, cosechó no pocas expectativas, y lo cierto es que supo rebasarlas. Esto no debería llamar la atención ya que el universo de Batman presenta una complejidad presta a germinar narraciones extraordinarias. Historietas, series aminadas, seriales televisivos, películas; componen un cuerpo más grande que la misma Ciudad Gótica, un todo narrativo mucho más grande que la suma de las partes.

En el marco del actual Hollywood, Joker será posible solo en tanto germen de este universo ficcional (el del Murciélago) que de un tiempo largo a esta parte ha hecho metástasis en el espíritu del cine negro: personajes que debaten sus destinos desesperados en medio de una máquina de pulverizar sueños.

 Arthur Fleck, el comediante perturbado que lee sus notas en un club de comedia, bien podría ser uno más en ese grupo de desesperados que componen La jungla de asfalto (1950, Jhon Huston).

El relato nos arroja a las calles de una Gotham City que no es sino un alter ego de la Nueva York de fines de los 70, principios de los 80. Aquella ciudad donde Rudy Giuliani aún no había puesto en marcha sus planes de “limpiar” las calles con una batería de políticas represivas tales como introducir en las calles drogas de rápido efecto destructivo para aniquilar a negros, prostitutas y vagabundos.

Nos situamos en la ciudad de aquella odisea del submundo que es Los Warriors (1979, Walter Hill), en los callejones vaporosos de Taxi Driver (1979, Martin Scorsese). Esta última, junto a El Rey de la comedia (1982), referencias cristalinas que el film de Todd Phillips corona con la incorporación de Robert De Niro en su elenco.

 Casta de malditos

Si bien la película ha sido situada varias veces dentro de la tendencia ya asfixiante del cine de guiños (moda que ya toma ribetes dantescos en la última cinta de Tarantino), se nutre obviamente de otras piezas pero no con el mero truco del guiño pop. Exceptuando aquella conmovedora escena donde el Arthur pre-Joker disfruta de una proyección de Charles Chaplin, la cinta se prestará a enlaces más subliminales.

Cabe mencionar a aquella obra capital que es Network (1976, Sydney Lumet); los puntos en común que conectan ambas serán no tanto el rol de los medios como el advenimiento monolítico las políticas liberales en detrimento del Estado de bienestar.

Si en el primer acto de Jocker asistimos al solitario descenso al abismo de un individuo arrojado al magma devastador del capitalismo abandónico, en Network asistiremos al instante apoteótico en que esa lava estalla en lenguas de fuego desde las grandes corporaciones comunicacionales para incendiar las últimas barricadas capaces de sostener la fuerza necrófila de un mercado desatado.

Una música grave nos conduce por un camino solemne en una tragedia cuyo hilo conductor es la búsqueda de identidad por la negativa. Aún a riesgo de caer en el innecesario género de notas filmográficas del tipo “guía de lectura”, cabe una referencia más.

En este caso a dos películas conocidas aunque poco valoradas en términos de crítica: las entregas primera y segunda de la saga La Purga (Noche de expiación y 12 horas para sobrevivir). Relatos de género donde se exponen las bases de una violencia estructural que proviene desde la punta de la pirámide. La primera entrega será una rara avis dentro del universo del cine en tanto, a diferencia de lo usual, trabaja el asesinato en términos de dilema ético-moral (encarnado en el personaje de Ethan Hawke).

Por su parte, la segunda entrega explota el estallido de violencia de los desplazados en respuesta al sistema opresivo de “los nuevos padres fundadores”. Carnaval de violencia de clase, carnaval de máscaras y caos ya sea que se trate de la noche anual de expiación o de otra entrega del show nocturno “Live! With Murray Franklin”.

Detour (el desvío)

Guasón nos acerca un relato por demás sólido y un disparador. Un disparador que es literalmente el redento Arthut Fleck –sí, mediante el caos y la venganza pero redento al fin- y otros disparos de tipo reflexivos. Tal vez sea en el eco de ese balazo en prime time o en el murmullo de ese costoso collar de perlas estallando contra el pavimento que resuene el eco de una frase que escribió alguna vez George Bataille:

“Una simple ley de reciprocidad social exige que a los amos, a los explotadores, cuya función social consiste en crear formas despreciables, excluyentes de la naturaleza humana (…) se les entregue al miedo, al gran atardecer en el que sus bellas frases quedarán cubiertas por los gritos de muerte de los amotinados.”

Pablo Kulcar
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